lunes, 10 de diciembre de 2012

La Fé





La Fé, he aprendido no es cuestión de devoción, mucho dicen que es un camino, otros la certeza de creer aquello que no se puede comprobar.

La primera vez que escuché sobre esta palabra tan pequeña en letras pero tan grande en significado, fue en mi actual parroquia, y escencialmente se habló del camino de la fe, del vivir acorde a esta fe, a este aprendizaje continuo de los que ahora creemos sin haber visto.

Como católicos aprendemos el Credo y proclamamos lo que creemos cada domingo durante la Santa Misa, o cada que asistimos a Misa.

Dice la Santa Escritura que hay tres grandes cosas: La Fé, La Esperanza y La Caridad (Amor), pero la más importante es La Caridad. ¿Por qué? ¿Qué es una Fé sin obras? Y es el Amor el que nos mueve conforme a la Fé a actuar según nuestro Salvador Jesucristo nos ha indicado.

La Fé, en mi caso, me mantiene viva, saber que hay un Dios que vela por mi y por todos nosotros me da la esperanza de que no importen las circunstancias de la vida, Dios siempre estará ahí como un Amigo, como un Padre, como un Hermano, para escuchar, para confortarnos, para que sigamos adelante hasta llegar a nuestra meta, que es el cielo. Y escuchaba en un canto en la iglesia que Dios, si, Dios siempre tiene el control, ¿en que mejores manos podemos estar? Dios, he aprendido, permite que pasen muchas cosas, y aunque no todo es su voluntad, El puede cambiar las vicisitudes de la vida en un bien para nosotros, porque para Dios nada es imposible.

La vida tiene una respuesta: La Fé en Dios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espiritu Santo.

La Fé es confianza, esperanza, vida y vida eterna.

Jesús no es una idea, es una realidad de un Dios que se hizo presente y sigue presente en nuestras vidas, El nos ha enseñado que el verdadero camino hacia el Padre es el amor, y si dejamos que el Espiritu Santo nos inspire a compartir ese amor a nuestros hermanos, entonces nuestra Fé será una Fé de Amor y de Esperanza no solo para nosotros, sino también para las personas con quienes compartamos la alegría del amor de Cristo.

Si ponemos atención nos daremos cuenta que nuestra Fé puede mover montañas, tan pequeñas o tan grandes como sea ésta Fé.


sábado, 3 de noviembre de 2012

Vivir con Cristo, Morir con Cristo, Vivir con Cristo






Hoy asistí a la  misa de los fieles difuntos.  En la homilia el Padre dijo esto: (no son sus palabras exactas):

En nuestra fe nosotros tenemos la esperanza de la vida eterna. Pues Cristo murió por nosotros para que nosotros pudieramos ser salvados.  Es en el bautismo que morimos con Cristo y empezamos a vivir una vida nueva con Cristo, es por esto que cuando morimos, estamos llenos de vida eterna, no es morir, es despertar a una vida eterna.  Esa es nuestra esperanza, si morimos con Cristo, estamos vivos con Cristo.

Si, su cruz nos ha ganado la vida eterna.  Amén.

viernes, 19 de octubre de 2012

Adelante


He aquí un canto que soliamos cantar en el grupo de jóvenes franciscanos (JUFRA).  El coro es cantado y los otros versos declarados a dos coros, con el coro entre ellos.  Se llama Adelante.  Y muestra el modelo de vida del franciscano, una vida que aspira a ser como la de San Francisco de Asis, que siguio la vida de Jesús, como dice otro canto: ser un evangelio viviente.  Recuerdo que lo cantabamos siempre al final de las reuniones. Lo copio de un "Pro Manuscrito" por Fray Cornelio Maya Ramos, OFM, Asistente Espiritual.  Bendiciones para él por ese bello librito de oraciones de San  Francisco y cantos que aún conservo.  Recordar a San Francisco de Asis con estos cantos es siempre un entrar a un mundo de paz donde los problemas son poca cosa comparados con el gran amor de Dios para con nosotros. El libro indica que se canta en clave de FA. ¡PAZ Y BIEN HERMANOS!

Coro:

Adelante, Hermanos Franciscanos,
Nuestro Padre nos espera con amor.
Adelante, ¡Franciscanos!
En la vida siempre alegres
por la Bendición de Dios.
Adelante, ¡Franciscanos!
Con María, con Francisco y con Jesús.

Es nuestro Jefe: FRANCISCO DE ASIS
Es nuestra Regla: EL EVANGELIO
Y es nuestra vida: SEGUIR A JESUS

Coro...

Nuestra Reina y Señora: SANTA MARIA
Nuestra Madre y Maestra: LA IGLESIA
Y nuestro saludo: PAZ Y BIEN

Coro...

Pedimos y damos: AMOR
Pedimos y damos: CARIDAD
Pedimos y damos: FRATERNIDAD

Coro...

Es nuestra fuerza: LA POBREZA
Es nuestro lema: TRABAJAR
Y nuestro camino: LA HUMILDAD

Coro...

Es nuestro sello: LA ALEGRIA
Nuestro tesoro: ES LA PAZ
Y nuestro salario: LA FELICIDAD


Adelante, Hermanos Franciscanos,
Nuestro Padre nos espera con amor.
Adelante, ¡Franciscanos!
En la vida siempre alegres
por la Bendición de Dios.
Adelante, ¡Franciscanos!
Con María, con Francisco y con Jesús.

martes, 18 de septiembre de 2012

La Historia de Paisia

Extraido de las historias de los padres del desierto en este link:

conocereis de verdad





Se contaba también este episodio sobre el padre Juan: Una jovencita llamada Paisia se quedó huérfana de padre y madre. Pensó entonces en convertir su casa en una posada para los huéspedes de los padres de Escete. Durante un periodo no pequeño se quedo allí, dando hospitalidad y sirviendo a los padres. Pero con el tiempo, cuando consumió su patrimonio, empezó a pasar estrecheces. Entonces se apegaron a ella hombres perdidos y la desviaron de su buen propósito, tanto que empezó a comportarse mal, hasta llegar a la prostitución. Los padres lo supieron y se pusieron muy tristes. Llaman al padre Juan el Enano y le dicen: "Hemos sabido que esta hermana se comporta mal, la misma que, cuando podía, nos demostró su amor. También nosotros quisiéramos demostrarle ahora nuestro amor ayudándola. Tómate el trabajo de ir a ella y, según la sabiduría que Dios te ha dado, encárgate de ella." El padre Juan se fue después donde ella y dijo a la vieja portera: "Anúnciame a tu ama." Pero la portera intentó despedirlo con estas palabras: "Primero habéis deborado sus riquezas y ahora está en la miseria" Le dice el padre Juan: "Dile precisamente que le puedo ser muy útil." Los criados, riéndose, le dicen: "¿Qué tienes que darle, para querer verla?" Y respondió: "¿Cómo vais a saber lo que le voy a dar?" La vieja subió a ella y le refirió el asunto. Dice la joven: "Estos monjes pasan siempre por la orilla del Mar Rojo y encuentran perlas." Se adorna y dice: "Sí, hazle venir a mí." Cuando hubo subido, ella, previniéndole, se colocó en el diván. El padre Juan fue a sentarse junto a ella y, mirándola a la cara, le dijo: "Qué motivo tienes para lamentarte de Jesús, que has llegado a este punto?" Al oír estas palabras, se quedó completamente helada. El padre Juan, bajando la cabeza, empezó a llorar a mares. Le preguntó: "¿Por qué lloras, padre?" Tras un pequeño ademán, se replegó de nuevo, llorando, y le dijo: "Veo a Satanás jugando en tu rostro ¿y no debería llorar?" Preguntó entonces la mujer: "Padre, ¿existe penitencia?" Le dice: "Sí." Y ella: "Llévame a donde quieras." Le dice: "Vamos." Y ella se levantó para seguirle. El padre Juan notó con estupor que no dio ninguna orden ni dijo nada respecto a su casa. Cuando llegaron al desierto era tarde; él hizo una pequeña almohada de arena, le hizo encima la señal de la cruz, y le dice: "Duerme aquí." Se alejó un poco, recitó sus oraciones y se acostó. Despertándose hacia la media noche, vio como un camino de luz que descendía desde el cielo hasta ella, y vio a los ángeles de Dios que llevaban su alma a lo alto. Levantándose, se le acercó y la tocó con el pie; y vio que estaba muerta. Se echó entonces rostro a tierra orando a Dios. Y oyó que el Señor había aceptado una hora de su arrepentimiento más que muchos de tantos que no están animados de un fervor semejante.
Extraido de conocereis de verdad





Gregorio de Narek, (hacia 944-hacia 1010), monje y poeta católico - armenio - Libro de poesías, nº 74


Son numerosas mis deudas y superan toda cifra,
sin embargo no son tan sorprendentes como tu misericordia.
Múltiples son mis pecados, pero son todavía pequeños, comparados con tu perdón...
¿qué es lo que puede hacer un poco de tiniebla
a tu luz divina?

¿Cómo puede una pequeña oscuridad rivalizar
con tus rayos, tu que eres tan grande?
¿Cómo la concupiscencia de mi frágil cuerpo
puede ponerse en la balanza
con la Pasión de tu cruz?
¿Qué pueden parecer a los ojos de tu bondad, oh Todopoderoso,
los pecados de todo el universo?
He aquí que son.... como una burbuja de agua
que por la caída de tu lluvia abundante,
desaparece inmediatamente...

Eres tú quien da el sol
a los malos y a los buenos,
y haces llover para los dos indistintamente.
Para unos es grande la paz a causa de la espera de la recompensa;...
pero a aquellos que han preferido la tierra,
por tu misericordia los perdonas:
tú les das también un remedio de vida con los primeros;
tú esperas siempre que retornen a ti.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Dios se interesa por ti



Link donde he encontrato el poema del Cardenal Newman: Dios se interesa por ti

Te llama por tu nombre,
seas quien seas,
Dios se fija en ti a titulo individual.
Te llama por tu nombre.
Te ve y te comprende tal como te hizo.
Sabe lo que hay en ti, conoce todos los pensamientos
y sentimientos que te son propios,
todas tus disposiciones y gustos, tu fuerza y tu debilidad.
Te ve en tus días alegres y también en los de tristeza.
Se solidariza con tus esperanzas y tus tentaciones.
Se interesa por todas tus ansiedades y recuerdos,
por todos los altibajos de tu espíritu.
Ha contado los cabellos de tu cabeza y ha medido tu estatura.
Te rodea con sus cuidados y te lleva en sus brazos,
te alza y te deposita en el suelo.
Ve tu auténtico semblante ya esté sonriendo
o cubierto de lágrimas, sano o enfermo.
Vigila con ternura tus manos y tus pies,
oye tu voz, el latido de tu corazón y hasta tu respiración.
Tú no te amas a ti mismo más de lo que Él te ama.

jueves, 2 de agosto de 2012

A propósito de las olimpiadas



1 Corintios 9:16-27

16 Si anuncio el Evangelio, no lo hago para gloriarme: al contrario, es para mí una necesidad imperiosa. ¡Ay de mí si no predicara el Evangelio! 17 Si yo realizara esta tarea por iniciativa propia, merecería ser recompensado, pero si lo hago por necesidad, quiere decir que se me ha confiado una misión.18 ¿Cuál es entonces mi recompensa? Predicar gratuitamente la Buena Noticia, renunciando al derecho que esa Buena Noticia me confiere.  19 En efecto, siendo libre, me hice esclavo de todos, para ganar al mayor número posible.20 Me hice judío con los judíos para ganar a los judíos; me sometí a la Ley, con los que están sometidos a ella –aunque yo no lo estoy– a fin de ganar a los que están sometidos a la Ley.21 Y con los que no están sometidos a la Ley, yo, que no vivo al margen de la Ley de Dios –porque estoy sometido a la Ley de Cristo– me hice como uno de ellos, a fin de ganar a los que no están sometidos a la Ley. 22 Y me hice débil con los débiles, para ganar a los débiles. Me hice todo para todos, para ganar por lo menos a algunos, a cualquier precio. 23 Y todo esto, por amor a la Buena Noticia, a fin de poder participar de sus bienes. 24 ¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran, entonces, de manera que lo ganen.25 Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible. 26 Así, yo corro, pero no sin saber adonde; peleo, no como el que da golpes en el aire.27 Al contrario, castigo mi cuerpo y lo tengo sometido, no sea que, después de haber predicado a los demás, yo mismo quede descalificado.




Reflexión:
Es verdad que los atletas se preparan para lograr ganar una corona, ahora una medalla, y es admirable el gran esfuerzo que hacen tan solo para llegar  a las olimpiadas.  Asi mismo, San Pablo nos pone de ejemplo a los corredores y nos pide que corramos hacia nuestra meta que es Cristo, para asi gustar de la salvación eterna que Jesús, nuestro Señor, nos ha ganado con su muerte y resurrección.  Así, San Pablo nos muestra que el predicar el Evangelio es en si una recompensa, pero que debemos con disciplina, valiendonos de la gracia de Dios, someter nuestro cuerpo, es decir, no dejar que nuestras debilidades se conviertan en pecado, para que no quedemos descalificados en la gran carrera que tiene como premio el gozo eterno de la Santisima Trinidad, con nuestra madre la Virgen Maria, con los angeles, y con los santos, en el cielo.  La vida es esta carrera y la corona incorruptible, nuestra salvación.  No olvidemos que se nos dice que no podemos ni imaginar lo que Dios, en su amor, nos tiene preparado en el cielo.  Luchemos por esa corona que no se marchita.

lunes, 23 de julio de 2012

Contra los malos pensamientos



Link: Contra los malos pensamientos  muestra porque debemos luchar contra los malos pensamientos.  Hay dos oraciones sobre este tema.

viernes, 13 de julio de 2012

Audiencia General del Santo Padre, 15 de Abril de 2011 (Santidad)

CIUDAD DEL VATICANO, viernes 15 de abril de 2011 - Santo Padre Benedicto XVI dirigió a los fieles reunidos en la plaza San Pedro , durante la Audiencia General .
* * * * *
Queridos hermanos y hermanas,
en las Audiencias Generales de estos últimos dos años, nos han acompañado las figuras de muchos Santos y Santas: hemos aprendido a conocerles desde cerca y a entender que toda la historia de la Iglesia está marcada por estos hombres y mujeres que con su fe, con su caridad, con su vida fueron los faros de muchas generaciones, y lo son también para nosotros. Los santos manifiestan de muchos modos la presencia potente y transformadora del Resucitado; dejaron que Cristo tomase tan plenamente sus vidas que podían afirmar como san Pablo “no vivo yo, es Cristo que vive en mí” (Ga2,20). Seguir su ejemplo, recurrir a su intercesión, entrar en comunión con ellos, “nos une a Cristo, del cual, como de la Fuente y la Cabeza, emana toda la gracia y toda la vida del mismo Pueblo de Dios” (Conc. Ec. Vat. II, Cost. Dogm. Lumen gentium 50. Al final de este ciclo de catequesis, quisiera ofrecer alguna idea de lo que es la santidad.
¿Qué quiere decir ser santos? ¿Quién está llamado a ser santo? A menudo se piensa que la santidad es un objetivo reservado a unos pocos elegidos. San Pablo, sin embargo, habla del gran diseño de Dios y afirma: “En él – Cristo – (Dios) nos ha elegido antes de la creación del mundo, y
para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor” (Ef 1,4). Y habla de todos nosotros. En el centro del diseño divino está Cristo, en el que Dios muestra su Rostro: el Misterio escondido en los siglos se ha revelado en la plenitud del Verbo hecho carne. Y Pablo dice después: “porque Dios quiso que en él residiera toda la Plenitud” (Col 1,19). En Cristo el Dios viviente se ha hecho cercano, visible, audible, tangible de manera que todos puedan obtener de su plenitud de gracia y de verdad (cfr Jn 1,14-16). Por esto, toda la existencia cristiana conoce una única suprema ley, la que san Pablo expresa en un fórmula que aparece en todos sus escritos: en Cristo Jesús. La santidad, la plenitud de la vida cristiana no consiste en el realizar empresas extraordinarias, sino en la unión con Cristo, en el vivir sus misterios, en el hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos. La medida de la santidad vienen dada por la altura de la santidad que Cristo alcanza en nosotros, de cuanto, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida sobre la suya. Es el conformarnos a Jesús, como afirma san Pablo: “En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo” (Rm 8,29). Y san Agustín exclama: “Viva será mi vida llena de Ti (Confesiones, 10,28). El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Iglesia, habla con claridad de la llamada universal a la santidad, afirmando que nadie está excluido: “Una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios ...siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, a fin de merecer ser hechos partícipes de su gloria” (nº41).

Pero permanece la pregunta: ¿Cómo podemos recorrer el camino de santidad, responder a esta llamada? ¿Puedo hacerlo con mis fuerzas? La respuesta está clara: una vida santa no es fruto principalmente de nuestro esfuerzo, de nuestras acciones, porque es Dios, el tres veces Santo ( (cfr Is 6,3), que nos hace santos, y la acción del Espíritu Santo que nos anima desde nuestro interior, es la vida misma de Cristo Resucitado, que se nos ha comunicado y que nos transforma. Para decirlo otra vez según el Concilio Vaticano II: “Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron” (ibid., 40). La santidad tiene, por tanto, su raíz principal en la gracia bautismal, en el ser introducidos en el Misterio pascual de Cristo, con el que se nos comunica su Espíritu, su vida de Resucitado, san Pablo destaca la transformación que obra en el hombre la gracia bautismal y llega a cuñar una terminología nueva, forjada con la preposición “con”: con-muertos, con-sepultados, con-resucitados, con-vivificados con Cristo; nuestro destino está vinculado indisolublemente al suyo. “Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva” (Rm 6,4). Pero Dios respeta siempre nuestra libertad y pide que aceptemos este don y vivamos las exigencias que comportan, pide que nos dejemos transformar por la acción del Espíritu Santo, conformando nuestra voluntad a la voluntad de Dios.
¿Cómo puede suceder que nuestro modo de pensar y nuestras acciones se conviertan en el pensar y en el actuar con Cristo y de Cristo? ¿Cuál es el alma de la santidad? De nuevo el Concilio Vaticano II precisa; nos dice que la santidad no es otra cosa que la caridad plenamente vivida. “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él” (1Jn 4,16). Ahora, Dios ha difundido ampliamente su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado (cfr Rm 5,5); por esto el primer don y el más necesario es la caridad, con la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amor a Él. Para que la caridad como una buena semilla, crezca en el alma y nos fructifique, todo fiel debe escuchar voluntariamente la Palabra de Dios, y con la ayuda de su gracia, realizar las obras de su voluntad, participar frecuentemente en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía y en la santa liturgia, acercarse constantemente a la oración, a la abnegación de sí mismo, al servicio activo a los hermanos y al ejercicio de toda virtud. La caridad, de hecho, es vínculo de la perfección y cumplimiento de la ley (cfr Col 3,14; Rm 13, 10), dirige todos los medios de santificación, da su forma y la conduce a su fin. Quizás también este lenguaje del Concilio Vaticano II es un poco solemne para nosotros, quizás debemos decir las cosas de un modo todavía más sencillo. ¿Qué es lo más esencial? Esencial es no dejar nunca un domingo sin un encuentro con el Cristo Resucitado en la Eucaristía, esto no es una carga, sino que es luz para toda la semana. No comenzar y no terminar nunca un día sin al menos un breve contacto con Dios. Y, en el camino de nuestra vida, seguir las “señales del camino” que Dios nos ha comunicado en el Decálogo leído con Cristo, que es simplemente la definición de la caridad en determinadas situaciones. Me parece que esta es la verdadera sencillez y grandeza de la vida de santidad: el encuentro con el Resucitado el domingo; el contacto con Dios al principio y al final de la jornada; seguir, en las decisiones, las “señales del camino” que Dios nos ha comunicado, que son sólo formas de la caridad. De ahí que la caridad para con Dios y para con el prójimo sea el signo distintivo del verdadero discípulo de Cristo. (Lumen gentium, 42). Esta es la verdadera sencillez, grandeza y profundidad de la vida cristiana, del ser santos.
He aquí el porqué de que San agustín, comentando el cuarto capítulo de la 1ª Carta de San Juan puede afirmar una cosa sorprendente: "Dilige et fac quod vis", “Ama y haz lo que quieras”. Y continúa: “Si callas, calla por amor; si hablas, habla por amor, si corriges, corrige por amor, si perdonas, perdona por amos, que esté en ti la raíz del amor, porque de esta raíz no puede salir nada que no sea el bien” (7,8: PL 35). Quien se deja conducir por el amor, quien vive la caridad plenamente es Dios quien lo guía, porque Dios es amor. Esto significa esta palabra grande: "Dilige et fac quod vis", “Ama y haz lo que quieras”.
Quizás podríamos preguntarnos: ¿podemos nosotros, con nuestras limitaciones, con nuestra debilidad, llegar tan alto? La Iglesia, durante el Año Litúrgico, nos invita a recordar a una fila de santos, quienes han vivido plenamente la caridad, han sabido amar y seguir a Cristo en su vida cotidiana. Ellos nos dicen que es posible para todos recorrer este camino. En todas las épocas de la historia de la Iglesia, en toda latitud de la geografía del mundo, los santos pertenecen a todas las edades y a todo estado de vida, son rostros concretos de todo pueblo, lengua y nación. Y son muy distintos entre sí. En realidad, debo decir que también según mi fe personal muchos santos, no todos, son verdaderas estrellas en el firmamento de la historia. Y quisiera añadir que para mí no sólo los grandes santos que amo y conozco bien son “señales en el camino”, sino que también los santos sencillos, es decir las personas buenas que veo en mi vida, que nunca serán canonizados. Son personas normales, por decirlo de alguna manera, sin un heroísmo visible, pero que en su bondad de todos los días, veo la verdad de la fe. Esta bondad, que han madurado en la fe de la Iglesia y para mi la apología segura del cristianismo y la señal de donde está la verdad.
En la comunión con los santos, canonizados y no canonizados, que la Iglesia vive gracias a Cristo en todos sus miembros, nosotros disfrutamos de su presencia y de su compañía y cultivamos la firme esperanza de poder imitar su camino y compartir un día la misma vida beata, la vida eterna.
Queridos amigos, ¡qué grande y bella, y también sencilla, es la vocación cristiana vista desde esta luz! Todos estamos llamados a la santidad: es la medida misma de la vida cristiana. Una vez más san Pablo lo expresa con gran intensidad cuando escribe: “Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido...  El comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo” (Ef 4,7.11-13). Quisiera invitaros a todos a abriros a la acción del Espíritu Santo, que transforma nuestra vida, para ser, también nosotros, como piezas del gran mosaico de santidad que Dios va creando en la historia, para que el Rostro de Cristo resplandezca en la plenitud de su fulgor. No tengamos miedo de mirar hacia lo alto, hacia la altura de Dios; no tengamos miedo de que Dios nos pida demasiado, sino que dejemos guiarnos en todas las acciones cotidianas por su Palabra, aunque si nos sintamos pobres, inadecuados, pecadores: será Él el que nos transforme según su amor. Gracias.

El Espíritu Santo





Tomado del Catecismo de la Iglesia Católica:

"798 El Espíritu Santo es "el principio de toda acción vital y verdaderamente saludable en todas las partes del cuerpo" (Pío XII, Mystici Corporis: DS 3808). Actúa de múltiples maneras en la edificación de todo el cuerpo en la caridad (cf. Ef 4, 16): por la Palabra de Dios, "que tiene el poder de construir el edificio" (Hch 20, 32), por el Bautismo mediante el cual forma el Cuerpo de Cristo (cf. 1 Co 12, 13); por los sacramentos que hacen crecer y curan a los miembros de Cristo; por "la gracia concedida a los apóstoles" que "entre estos dones destaca" (LG 7), por las virtudes que hacen obrar según el bien, y por las múltiples gracias especiales [llamadas "carismas"] mediante las cuales los fieles quedan "preparados y dispuestos a asumir diversas tareas o ministerios que contribuyen a renovar y construir más y más la
Iglesia" (LG 12; cf. AA 3)."

Oración para rezar después de la Santa Comunión

Link:  Oración para rezar después de la Santa Comunión

Dejame Amarte Mi Jesús

Mi Jesús
Hay veces cuando pienso en tu agonía
Y soy testigo de tu amor divino
Hay veces que quisiera no ser yo
E imitando tu amor amarte con mi vida.

Mas me limitan esos mis afanes
Mas me limitan esos mis errores
Y se el pecado me aleja de ti
Mas tu misericordia más me acerca.

Bendito sea tu nombre y sea ensalzado,
Jesús, amor de amores,
Rey de reyes
Y pueda yo alabarte, llana, humana.

Déjame amarte más de lo posible,
Déjame que te siga, bien amado,
Que con tu luz se iluminen mis días
Y llegada la tarde encuentre en ti, mi vida.

EN LA CONFESIÓN SE REALIZA LA MISERICORDIA DE DIOS

Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia: Los Diálogo 75. 

"También recibe el alma de otra manera este bautismo, hablando de un modo figurado, por especial providencia de mi divina caridad. Yo conocía la debilidad y fragilidad del hombre, que le lleva a ofenderme. No que se vea forzado por ella ni por ninguna otra cosa a cometer la culpa, si él no quiere, sino que, como frágil, cae en culpa de pecado mortal, por la que pierde la gracia que recibió en el santo bautismo en virtud de la Sangre. Por esto fue necesario que la divina Caridad proveyese a dejarles un bautismo continuo de la Sangre. Este bautismo se recibe con la contrición del corazón y con la santa confesión, hecha, cuando tienen posibilidad de ello, a los pies de mis ministros, que tienen la llave de la Sangre. Esta Sangre es la que la absolución del sacerdote hace deslizar por el semblante del alma.

Si la confesión es imposible, basta la contrición de! corazón. Entonces es la mano de mi clemencia la que os da el fruto de esta preciosa sangre. Mas, pudiendo confesaros, quiero que lo hagáis. Quien pudiendo no la recibe, se ha privado del precio de la Sangre. Es cierto que en el último momento, si el alma la desea y no la puede haber, también la recibirá; pero no haya nadie tan loco que con esta esperanza aguarde a la hora de la muerte para arreglar su vida, porque no está seguro de que, por su obstinación, yo en mi divina justicia, no le diga: "Tú no te acordaste de mí en vida, mientras tuviste tiempo, tampoco yo me acuerdo de ti en la hora de la muerte". Que nadie, pues, se fíe, y si alguien, por su culpa, lo hizo hasta ahora, no dilate hasta última hora el recibir este bautismo de la esperanza en la Sangre. Puedes ver, pues, cómo este bautismo es continuo, en el que el alma debe ser bautizada hasta el final de su vida.

En este bautismo conoce que mi operación (es decir, el tormento de la cruz) fue finita, pero el fruto del tormento que por mí habéis recibido es infinito en virtud de la naturaleza divina, que es infinita, unida con la naturaleza humana, finita, que fue la que sufrió en mí. Verbo, vestido de vuestra humanidad. Mas porque una naturaleza está unida y amasada con la otra, la Deidad eterna trajo de sí e hizo suya la pena que yo sufrí con tanto fuego de amor. Por esto puede llamarse infinita esta operación, no porque lo sea el sufrimiento actual del cuerpo y el sufrimiento que me proporcionaba el deseo de cumplir vuestra redención (ya que ambas terminaron en la cruz cuando el alma se separó del cuerpo), pero el fruto, que proviene del sufrimiento y del deseo de vuestra salvación, sí es infinito. Por esto lo recibís infinitamente. Si no hubiese sido infinito, no habría sido restaurado todo el género humano: pasados, presentes y venideros. Ni el hombre cuando peca podría levantarse después de su pecado, si no fuera infinito este bautismo de la Sangre que se os ha dado, es decir, si no fuera infinito su fruto.

Esto os manifesté en la apertura de mi costado, donde halláis los secretos del corazón, demostrándoos que os amo mucho más de lo que puedo manifestar con un tormento finito. ¿En qué te he revelado que es infinito? En el bautismo de la Sangre, unido con el fuego de mi caridad, derramada por amor, con el bautismo general, dado a los cristianos y a quienes quieran recibirlo, del agua, unido con la Sangre y con el fuego, en que el alma se amasa con mi Sangre. Para dároslo a entender, quise que del costado saliese sangre y agua. Con esto he querido responder a lo que tú me preguntabas."

miércoles, 6 de junio de 2012

Habacuc 3:16-19




"Al oírlo mis entrañas se estremecen, mis labios tiemblan, un escalofrío recorre mis huesos y tiemblan mis pasos.  Sin embargo, espero tranquilo que venga el día de la angustia, sobre el pueblo que nos oprime.  Aunque la higuera no eche sus brotes y no den su fruto las parras; aunque fracaze la cosecha del olivo, y no produzcan nada los campos; aunque no haya ovejas en el corral y desaparezca el ganado del establo, yo me alegrare en el Señor, tendre mi gozo en Dios mi Salvador.  El Señor es mi señor y mi fuerza; el da a mis pies la agilidad de la cierva y me hace caminar por las alturas."

Reflexión:

Aún en la calamidad, Dios está presente para darnos la fuerza que necesitamos para seguir adelante, El es nuestro Dios y todo lo puede, podremos dudar, pero El siempre nos ofrecerá su mano para levantarnos, solo hay que afianzarnos en El y tomar de su mano, y caminaremos por las alturas.

sábado, 19 de mayo de 2012

El siguiente enlace en el blog de Catolicidad nos muestra y nos habla de un bello vals:

Dios Nunca muere

jueves, 10 de mayo de 2012



Mirar a los ojos de María, contemplar su hermosura, estar en contemplación, solo puede conducir a Dios, es este camino el que explica el Fr. Rufino María Grández en su:

Retiro sobre la Virgen en el mes de Mayo

No se trata de información sobre un retiro espiritual, sino del tema que fue expuesto: via pulchritudinis.

“Feliz Día de las Madres”




En el tiempo de enfermedad de mi madre, le dije inocentemente que yo tenía otra mamá, mi madre un poco afectada por la medicina se puso triste, pero enseguida volvió la alegría a su rostro al recordarle que esa otra mamá es la Virgen María.  Ahora mis dos madres están en el cielo, y este canto que aprendí de niña me trae el recuerdo de las dos mamás que Dios, en su amor, nos obsequia:

“Tengo en casa mi mamá
Pero mis mamás son dos
Tengo otra que me cuida y me adora
Y es también mamá de Dios.”

¡Dios nos permita saber apreciarlas a las dos!

Y a todas las mamás del mundo:

“Feliz Día de las Madres”

miércoles, 9 de mayo de 2012


La vida es una cruz, una cruz que puede ayudarnos a entrar al Reino de Dios, el siguiente enlace me ha dejado con una esperanza y en guardia:

El Reino de Dios

martes, 1 de mayo de 2012

Eucaristía - Fracción del Pan




Hay en la Biblia, en los Hechos de los Apóstoles, referencia a la Eucaristía de los primeros cristianos, la Fracción del Pan:

Hechos 2:42

"Los que habían sido bautizados se dedicaban con perseverancia a escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivían unidos y participaban en la fracción del pan y en las oraciones."

Hechos 20:7

"El domingo nos reunimos para la fracción del pan."

También en 1 Corintios 10, 16-17 dice:

“El cáliz de la bendición que bendecimos, ¿no es comunión de la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan.”


Jesús nos regala su presencia en la Eucaristía desde la noche de la última cena hasta nuestros días, el mismo se hace presente entre nosotros con su cuerpo, sangre, alma y divinidad bajo la apariencia de un pequeño pan.  Dios Hijo, en su humildad y en su amor a la humanidad, se hace pequeño y se ofrece por nosotros, Jesús, sacerdote y ofrenda, pues solo Jesús, es un sacrificio santo.  Nosotros lo descubrimos con los ojos de la fe en la Eucaristía como los discípulos de Emaus y exclamamos como Tomas al verlo, "Señor mío y Dios mío".





domingo, 15 de abril de 2012

Sobre la Misericordia de Dios y la Coronilla a la Divina Misericordia

Coronilla a la Divina Misericordia

Dialogo de Jesús con un alma pecadora según el Diario de Sor Faustina Kowalksa

Jesús: No tengas miedo, alma pecadora, de tu Salvador; Yo soy el primero en acercarme a tí, porque sé que por tí misma no eres capaz de ascender hacia Mí. No huyas, hija, de tu Padre; desea hablar a solas con tu Dios de la Misericordia que quiere decirte personalmente las palabras de perdón y colmarte con Sus gracias. Oh, cuánto Me es querida tu alma. Te he asentado en Mis brazos. Y te has grabado como una profunda herida en Mi corazón.

-Alma: Señor, oigo Tu voz que me llama a abandonar el mal camino, pero no tengo ni valor ni fuerza.

-Jesús: ¿Porqué tienes miedo, hija Mía, del Dios de la Misericordia? Mi Santidad no me impide ser misericordioso contigo. Mira, alma, por tí he instituído el trono de la misericordia en la tierra y este trono es el tabernáculo, y de este trono de misericordia deseo bajar a tu corazón. Mira, no Me he rodeado ni de séquito ni de guardias, tienes acceso a Mí en cualquier momento, a cualquier hora del día, deseo hablar contigo y deseo concederte gracias.

-Alma: Señor, temo que no me perdones un número tan grande de pecados; mi miseria me llena de temor.

-Jesús: Mi Misericordia es más grande que tu miseria y la del mundo entero. ¿Quién ha medido mi bondad? Por tí permití que Mi Sagrado Corazón fuera abierto por una lanza, y abrí la Fuente de la Misericordia para tí. Ven y toma las gracias de esta fuente con el recipiente de la confianza. Jamás rechazaré un corazón arrepentido, tu miseria se ha hundido en el abismo de Mi Misericordia. ¿Porqué habrías de disputar Conmigo sobre tu miseria? Házme el favor, dame todas tus penas y toda tu miseria, y Yo te colmaré de los tesoros de Mis gracias.

-El Alma: Con Tu bondad has vencido, Señor, mi corazón de piedra; heme aquí acercándome con confianza y humildad al tribunal de Tu Misericordia, absuélveme Tú Mismo por la mano de Tu representante (sacerdote). Oh Señor, siento que la gracia y la paz han fluído a mi pobre alma en su totalidad. Me has perdonado más de cuanto yo me atrevía a esperar o más de cuanto era capaz de imaginar. Tu bondad ha superado todos mis deseos. Y ahora, Te invito a mi corazón, llena de gratitud por tantas gracias. Había errado por el mal camino como el hijo pródigo, pero Tú no dejaste de ser mi Padre, multiplica en mí Tu misericordia, porque ves lo débil que soy.

-Jesús: Hija, no hables más de tu miseria, porque Yo ya no me acuerdo de ella. Escucha niña Mía, lo que deseo decirte: estréchate a Mis heridas y saca de la fuente de la Vida todo lo que tu corazón pueda desear. Bebe copiosamente de la Fuente de la Vida y no pararás durante el viaje. Mira el resplandor de Mi Misericordia y no temas a los enemigos de tu salvación. Glorifica Mi Misericordia.



Al coronar la primera semana de Pascua

Enlace: Al coronar la primera semana de Pascua

viernes, 13 de abril de 2012

Te Entrego

Un Dia Caminaba



Un día caminaba
Muy triste por ahí
Mi corazón gritaba
Ya no quiero vivir.

Sintiendo mil tristezas
Oí hablar de ti Jesús
Decían que me amabas
Que habías muerto por mí en la cruz.

Lloré en ese momento
Al recordar el tiempo
Ese tiempo que perdí
Sin saber de ti.

Y aquí esta mi vida y mi voz
Para cantar, para alabarte Señor
Y aquí están mis ansias de amar
De vivir, de perdonar

Y aquí están mi vida y mi voz
Para cantar, para alabarte Señor
Y aquí están mis ansias de amar
De vivir, de perdonar

domingo, 8 de abril de 2012

¡Felices Pascuas!


… Resucitó de veraz mi amor y mi esperanza!


Jesús resucitó

Venciendo asi a la muerte

Y a todos esperanza nos dió

El que es la vida.



Vive, vive mi Dios,

Mi Jesús Nazareno

Es día de alegría...

La victoria es eterna.

Это (Он, Она) живет, мои жизни Бога, Мой Иисус Назарену- это день счастья... Победа вечна.


sábado, 31 de marzo de 2012

La intensidad del amor en la intensidad del acto de amor - Tratado de Sor Consolada Betrone



El Acto Incesante de Amor del cual hable Jesús es rezar "Jesús, Maria, os amo, salvad las almas."



La intensidad del amor en la intensidad del acto de amor. 

Este es el tercer requisito para la perfección del amor: dar a nuestro amor la maxima intensidad posible: Ama al Señor tu Dios con toda tu fuerza.   Si ya debemos amar al prójimo como Jesús nos ha amado, tanto más del mismo amor debemos amarlo a El mismo para corresponder a su amor.  La única medida del amor de Dios – dice San Bernardo – es de amarlo sin medida.  El que quiera amar a Jesús “como ninguno lo ha amado más”, que es de todos los santos, debería ser de toda el alma, al menos en el deseo y en el esfuerzo.

Le decía, entonces, Jesús (10 de Noviembre de 1936): Consolada, no debemos solo pensar en evitar defectos, más nuestro esfuerzo debe tender de amar a Jesús hasta la  locura. Yo quiero ser amado por ti hasta la locura.

¡Amar a Jesús hasta la locura! ¿Puede un alma alcanzar tanto? Si, con la gracia de Dios, y esto precisamente Jesús prometía a Sor Consolada (11 de Noviembe de 1935):  Confía, Consolada, Yo soy el Omnipotente y te amo hasta la locura, y también tú me amarás hasta la locura, te lo prometo.

¿Y cual es el medio para alcanzar tan intenso amor? El acto incesante de amor. Un día (22 de Julio de 1936) Jesús hizo sentir a Sor Consolada su urgente invitación: ¡Amame, Consolada, ámame tanto! Y a la demanda de ella de como hacer para ámarle tanto contestó:  con el acto de amor incesante se me ama tanto. En fin todavía otro día después (2 de Agosto): Con el acto incesante de amor tu me amarás hasta la locura.

El secreto está en imprimir a éste acto continuo de amor la maxima intensidad.  Así, en efecto, la Santísima Virgen instruyó a Sor Consolda, como resulta del diario (14 de Julio de 1936): “…En el recreo fue dicho que quien hace más sacrificios ama a Jesús de más. ¡Pensando esta noche en estas palabras a meditación estuve un poco triste, porque yo no hago sacrificios  grandes para Jesús sin embargo el deseo de amarlo hasta la locura es tan intenso! ¿No fui pues una pobre ilusa?...Alcé la mirada, enfrente de mi estaba la estatua de la Virgen Santa y mientras la miraba, un pensamiento reconfortante penetró en mí: La Virgen que cosa más grande hizo en sus años mortals en Nazaret. Sin embargo, ninguna criatura más la sobrepasará en el amor de Dios.  Mientra pensaba en Ella, prometiendome imitarla, intenso: Para amar a Jesús tanto, todo consiste en darle a tu incesante acto de amor toda la intensidad de amor possible.

Qué luego Sor Consoldada, por el incesante acto de amor, amara lo más intensamente posible, se puede deducir del hecho que el propio Dios tuvo que intervenir a frenarla en sus ímpetus amorosos. Le dijo, en efecto, el Divino Padre (29 de Noviembre de 1935): También en tu acto de amor, calma; porque si no procedes con calma, si tú haces violencia al corazón con los impetus, éste, agotado, no podrá más proseguir su canto. No creas que seas menos ardiente, si es más calmado, no asegura la continuidad, ¿has entendido? El amor de por si, es fuego, deja que consuma tranquilamente mi pequeña ostia.  Ama con paz, deja que el amor consuma dulcemente, no con ímpetu, con vehemencia, que te postra y te impide luego alegrarme con tu canto. A respeto la exhortó otra vez Jesús: Ves, Consolada, si tú sigues a amandome con calma, puedes darme este acto incesante;  si tú, a lo opuesto, quieres forzar tu corazón a a,amarme  impetuosamente, serás obligada a parar, no teniendo fuerzas más a proseguirlo.

Necesitaría, por lo demás, reportar gran parte de sus cartas además de las notas íntimas de diario, para comprender el fuego de amor que fue paulatinamente acumulando en el corazón por el incesante acto de amor. Y, en todo caso un hecho que su pobre corazón, demasiado pequeño para contener tanto incendio de amor, también sufrió físicamente.  Una sola cita, 4 de julio1936: "esta noche pude detenerme un poco delante del santo tabernáculo, mi pobre corazón empieza a consumirse y no puede retener los deseos, los saltos de amor. Me sentí invadida por la necesidad infinita de amar a Jesús, que me ama hasta la locura, con amor de igual locura, y sentí que para repetirle a Jesús los deseos infinitos de amarlo, era otro corazón en el mío:  ¡el Corazón Divino! ¡Éste pudo erguirse en el infinito sin derribar la naturaleza!"[70].

Nota:

[70] Sobre como la intensidad de amor por Dios, en otros casos de santidad cristiana, pueda "consumir" en breve la criatura, es emblemática la historia de Paisia, pecadora convertida y fallecida de amor, en cuanto "su penitencia de una hora fue más agradable a Dios de aquella que otros hacen por largo tiempo. Porque no lo hacen como con tanto fervor como ella." Cf.  Vida y dichos de los padres del desierto. La historia de Paisia impresionó fuertemente incluso a Santa Teresa de Lisieux.

jueves, 29 de marzo de 2012

Tú eres mi vida en la eternidad




Tú eres mi vida en la eternidad

Queridos meditemos la precensia viva de Jesús en la Eucaristia, a traves de ésta reflexión de Don Dolindo Ruotolo:
En el mundo todo es muerte, todo es ruina.  Nosotros en realidad no vivimos, más morimos todos los días, caminamos por esta tierra y casi por En el mundo todo ha muerto, todo es ruina;  en realidad nosotros no vivimos, pero morimos todos los días, caminamos sobre esta tierra, y casi por ironía decimos de vivir:  "quotidie morior"  dice San Pablo. En esta carne se siente la consecuencia del pecado o aquél que San Pablo  llama el sueldo de esta triste capital, la muerte:  "stipendium pecados mors." Nos sentimos pesados de los hombros de ello y sentimos la muerte en todo nuestros músculos y bajo de nuestros ojos en realidad todo muere:  caen las hojas, se marchitan las flores, se mete el sol, se desgastan los mismos vestidos que vistes. Es todo un espectáculo de muerte, de paso;  como es todo un espectáculo de vida, de retorno. Nosotros, en cambio, en el retorno  de las cosas humanas no nos consolamos, porque en el fondo, para nosotros, cada retorno señala un nuevo paso.

Así dijo, arrepentido, el santo Job: “Porque para el árbol hay esperanza; si es cortado, se renovará, pero a mí ¿cuál esperanza es reservada?”.

Yo siento a Jesús como un Padre al que ha sido dicho:  Queremos sentir una poesía aún más "bella." Y tú nos contestas:  "¿Y si os hiciera sentir una cosa realmente más bella, como quedaríais vosotros? ¡seríais destruidos como por la dulzura!."

"Tú no eres, o mi Jesús, sólo mi vida espiritual, eres mi vida en la resurrección, mi vida en la eternidad”.

Y ahora una vez más a tu pies. Los años me pesan, la vida se arrastra fatigosamente hacia el sepulcro, yo siento en mí una nostalgia, una melancolía... algo vaporoso que no llego a discernir, que no logro a distinguir. Me siento destruido, desentonado, confuso;  me parece ser, si es posible decir, una rama despegada del  tronco, un sarmiento separado de la vid.

Yo te miro, me recojo, y he aquí que la muerte me aparece bonita, es un paso hacia de Ti;  el sepulcro me aparece glorioso, es un homenaje a tu grandeza, una confesión de mi nulidad. La imagen misma de un cuerpo corrompido me aparece poética porque Tú, Tú has señalado aquella carne y aquellos huesos, de tu vida inmortal, y es por Ti que este mi cuerpo no es algo que se ha disuelto y se ha de marchitar, pero es específicamente y realmente la simiente que es repuesta en el terreno para brotar a su tiempo.

Tú, mi Redentor, eres el hilo germinador, y, si me lo permites, el cotiledón.

Hoja carnosa que acompaña el embrión de las plantas fanerogame para nutrirlo mientras brota, n.d.r.) germinador.

Yo delante de Ti también siento mi inmortalidad en el cuerpo, no porque tenga derecho de ello, pero porque repica en mí el eco de tu divina palabra y tu promesa:  "Quien come mi cuerpo, y bebe mi sangre será resucitado por mí en el último día."

Pues, Tú eres la vida de esta misma carne que se marchita, de este mismo cuerpo que declina, de esta misma vida que desaparece, porque Tú eres la Resurrección y la vida.

Yo moriré, mi Jesús, moriré. ¡Ay, dulce momento, o muerte que te conviertes en vida!

Dos luchadores se disputan mi pobre fragilidad:  de una parte el espectro delgado de la muerte, ella que ha mandado delante de si, su relevo, diría casi:  la enfermedad, el dolor, la preocupación.

Tú eres el otro luchador, el vencedor de la muerte, la Resurrección y la vida. Tú lo dijiste, Redentor mio:  "Si la muerte tú pasaras, llamamé, yo soy la Resurrección y la vida." Tú vienes vivo, es decir inundas, inundas de alegría mi pequeña estancia;  se encienden alrededor de mi cama las velas, tiembla la llama, resplandece y vive también la pequeña vela que primero yació separada y como muerta, la vela en la Iglesia es la imagen de la vida de Jesús.

Tú vienes, yo te invoco. La muerte se esconde, sus delgadas manos se apartan, su dominio parte, tú has desdoblado hacia mí el dedo tuyo omnipotente y por el Tesoro Eucarístico reproduces la palpitación verdadera de tu Sacrificio de la Cruz.

Tú lo has dicho severamente:  "¿Dónde está o muerte tu victoria?"  Ella se ha desvanecido.

Tú has nutrido tu criatura;  en nutrirla como viático le has dado el principio de la vida eterna. Tu  criatura ya ha sido sida por ti transportado fuera de su cuerpo, por así decir;  Tú en el viático santo ya la has hecho ciudadana del Cielo, de modo que este cuerpo no puede decir más que cae bajo los golpes terribles de la muerte, pero se dormirá en tus brazos, reclinará sobre tu pecho su cabeza cansada, pasará, y dejará el vacío porque tú le has preparado el manto real de la gloria, porque tú mismo lo acompañas en la entrada de la Vida eterna.

Tú me has hecho para ti, y muriendo sobre la Cruz me has predestinado al Cielo. Ahora bien, mi Jesúscristo, no me has visto nunca niña, llorar sola en una habitación, extraviada, sin nadie;  ¿no me has visto nunca en una calle, sola, y como abandonada, lagrimar?

Soy tan pequeña, átomo imperceptible que ya me siento extraviada frente a mi tierra, que no sé localizar, a lo mejor, la calle para volver a casa. ¿Qué haría yo, saliendo fuera de este mundo, si tú no me acompañaras? Soy hija tuya y tú vienes en la muerte para acompañarme en la eternidad.

He aquí, el alma se aparta del cuerpo;  es un instante, es un momento. Aquí está delante de Dios:  esta alma no siente sino el peso de sus iniquidades y sus culpas, no siente sino la opresión de su nada;  y como siempre sale manchada, aunque tenuemente, pero siempre manchada, este alma es aneblada como, no halla su Dios, aunque os desdoble, vosotros la refuerzes, aunque ya se encuentra en su divina presencia.

Tú, Redentor mio bello, Tú eres para mí la guía, la luz, la fuerza, la reparación de mi miseria;  mi alma ha sido recogida en una prisión  tenebrosa donde se purifica. Yo, yo gimo, ardo, me retuerzo, me torturo, grito, grito, grito a mi Dios, grito a los míos queridos, grito a la Iglesia;  y Tú te ofreces, y de la tierra sube el perfume tu amor Eucarístico.

Yo me siento fresca, renacida, rehecha. La niebla se deslíe, se escabulle, aparece él eterno, el infinito Sol:  Dios Uno y Trino.

Tú,  Jesús mío eres mi luz, mi lumbre de gloria, mi fuerza, mi empujón. Yo vuelo, vuelo y en la infinita Trinidad yo diviso mi Mediador, yo recuerdo tus semblantes humanos. Mi padre, Tú eres mi vida eterna. Así sea.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Vida



Si pudiera escribir como es mi vida hoy,
que escribiría, escribo para ti,
y en ti espero vivir mientras yo viva,
pero cual es mi vida,
yo me quedo contigo, aunque se oculte el día,
y al partir la noche escucho tu melodía,
que es el hombre sin ti,
un soplo que se acaba, tu eres eternidad,
tu eres el amor nuestro,
que es mi vida sin ti, no es nada,
sin ti mis quebrantos solo tristeza son,
pero en ti son esperanza, saber que estas conmigo,
y que de mis alegrías,
en ti tienen sentido y son superlativas,
así es mi vida, un caminar de pasos que esperan seguir los tuyos,
aunque a veces Señor ya no encuentre salida,
te encuentro y es todo lo que yo necesito.