lunes, 31 de agosto de 2020

Nuestra Cruz

Estoy haciendo un esfuerzo por continuar el método franciscano de la JUFRA, como dice un canto de San Francisco de Asis "yo quiero ser evangelio viviente, abandonarme en tus brazos Señor, ser como un niño que juega o se duerme, mientras su padre lo envuelve en amor."  Para eso, se trata de incorporar el evangelio a nuestra vida, en mi caso, el evangelio de cada domingo, o la lectura de la Biblia.  Este domingo Jesús nos dice "el que quiera seguirme que tome su cruz y me siga."  He leído varios sermones sobre estas palabras y escuchado al sacerdote de mi parroquia.  ¿Pero qué significa cargar con esa cruz?  ¿Cuál es esa cruz?  un sacerdote decía ¿Sufres por amor?...esa es tu cruz.  El sacerdote de mi parroquia nos dijo que cualquier cosa que nos hace sufrir es nuestra cruz, pero agregó que Jesús nos ofrece tomar su yugo, que es liviano y aprender de Él que es manso y humilde de corazón.  Y es que cada día hay cosas que nos hieren, pero si aprendemos de Jesús y lo seguimos, la carga pierde peso, porque Jesús mismo nos ayuda a sobrellevarlo.  Dice un refrán popular "una pena entre dos es menos atroz."  Jesús mismo tuvo que cargar su cruz y fue crucificado en ella por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó al tercer día.  Igual nosotros si cargamos con nuestra cruz y no la rechazamos, yéndonos por el camino más fácil, y vamos tras Jesús, imitandolo y viviendo su evangelio, algún día seremos resucitados con Él al final de los tiempos, pues la cruz tiene su recompensa: vida eterna al lado de nuestro Dios.


miércoles, 26 de agosto de 2020

Un Joven Galileo

Escribiendo el poema de lo que Jesús representa en mi vida, recordé un canto que cantaba en misa con el coro:


Una mañana cerca del mar
Apareció un joven galileo.
Nadie podía imaginar
Que otro pudiese amar
Así como El amaba.
Era sencillo al conversar,
Llegaba al corazón 
De quien lo escuchaba.
Y su nombre era
Jesús de Nazareth.
Y su fama se extendió
Todos querían ver
Al profeta que tenía tanto amor
Y amaba al pecador.
En esas playas, en ese mar
En ese río, en casa de Simón,
En ese monte al atardecer
El mundo vio nacer las bienaventuranzas
Y su paciencia al perdonar,
Del pueblo el corazón
Llenaba de esperanza.
Y su nombre era
Jesús de Nazareth
Y su fama se extendió
Todos querían ver
Al profeta que tenía tanto amor
Y amaba al pecador.
Pero un dia al tribunal
Alguien llevó al joven galileo
Nadie sabía ¿Cuál era el mal
¿Qué crimen cometió?
¿Cuál era su pecado?
Su claridad al denunciar
Minó la posición de los privilegiados.
Y mataron a Jesús de Nazareth
Y en medio de ladrones Él murió en la cruz
Pero el mundo no conoce a ese Jesús,
Que amaba al pecador.


martes, 25 de agosto de 2020

Jesús

Este domingo el sacerdote de mi parroquia al igual que el Papa Francisco, coincidieron en la pregunta ¿Quién es Jesús para ti?  que nos sugiere el Evangelio.  Nos expresó el sacerdote de mi parroquia, que la respuesta a esa pregunta solo se puede contestar a través de una relación personal con Jesús.  Jesús, sin duda alguna, es el Hijo de Dios, pero nos dice el Papa que nuestra respuesta,debe ser más que teológica, debe ser, como dice el sacerdote de mi parroquia: personal.  Dice una canción muy popular "Jesús es más que una simple y llana teoría", "Jesús hermanos mios es Verbo no sustantivo."



Jesús
Es Hijo de Dios,
Es mi hermano y es mi amigo
Él es quien seca mis lágrimas
O si las deja fluir
Siempre viene su consuelo.
Jesús
Es mi confidente
Y al Él le debo tantas cosas
Ha hecho tanto por mi vida.
Él me devuelve la gracia,
Me levanta en mis caídas
Es es mi fuerza y esperanza
No solo de vida eterna
Pero vida en esta vida.
Pues es también mi alimento
Cuando me encuentro cansada
Y ya no quiero seguir,
El mi alienta y me encamina,
Jesús,
Mi paz, mi consuelo,
mi vida.
Y todo, todo le debo.
Pues tan solo al contemplarlo
Mi corazón más no pide
Que contemplarlo en el cielo,
A Jesús,
Que es amor
Y es mi raboni.




jueves, 20 de agosto de 2020

Audiencia General del Papa Francisco - Miercoles, 19 de Agosto del 2020


Catequesis - “Curar el mundo”: 3. La opción preferencial por los pobres y la virtud de la caridad
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La pandemia ha dejado al descubierto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo. Y el virus, si bien no hace excepciones entre las personas, ha encontrado, en su camino devastador, grandes desigualdades y discriminación. ¡Y las ha incrementado!
Por tanto, la respuesta a la pandemia es doble. Por un lado, es indispensable encontrar la cura para un virus pequeño pero terrible, que pone de rodillas a todo el mundo. Por el otro, tenemos que curar un gran virus, el de la injusticia social, de la desigualdad de oportunidades, de la marginación y de la falta de protección de los más débiles. En esta doble respuesta de sanación hay una elección que, según el Evangelio, no puede faltar: es la opción preferencial por los pobres (cfr. Exhort. ap. Evangelii gaudium [EG], 195). Y esta no es una opción política; ni tampoco una opción ideológica, una opción de partidos. La opción preferencial por los pobres está en el centro del Evangelio. Y el primero en hacerlo ha sido Jesús; lo hemos escuchado en el pasaje de la Carta a los Corintios que se ha leído al inicio. Él, siendo rico, se ha hecho pobre para enriquecernos a nosotros. Se ha hecho uno de nosotros y por esto, en el centro del Evangelio, en el centro del anuncio de Jesús está esta opción.
Cristo mismo, que es Dios, se ha despojado a sí mismo, haciéndose igual a los hombres; y no ha elegido una vida de privilegio, sino que ha elegido la condición de siervo (cfr. Fil 2, 6-7). Se aniquiló a sí mismo convirtiéndose en siervo. Nació en una familia humilde y trabajó como artesano. Al principio de su predicación, anunció que en el Reino de Dios los pobres son bienaventurados (cfr. Mt 5, 3; Lc 6, 20; EG, 197). Estaba en medio de los enfermos, los pobres y los excluidos, mostrándoles el amor misericordioso de Dios (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2444). Y muchas veces ha sido juzgado como un hombre impuro porque iba donde los enfermos, los leprosos, que según la ley de la época eran impuros. Y Él ha corrido el riesgo por estar cerca de los pobres.
Por esto, los seguidores de Jesús se reconocen por su cercanía a los pobres, a los pequeños, a los enfermos y a los presos, a los excluidos, a los olvidados, a quien está privado de alimento y ropa (cfr. Mt 25, 31-36; CIC, 2443). Podemos leer ese famoso parámetro sobre el cual seremos juzgados todos, seremos juzgados todos. Es Mateo, capítulo 25. Este es un criterio-clave de autenticidad cristiana (cfr. Gal 2,10; EG, 195). Algunos piensan, erróneamente, que este amor preferencial por los pobres sea una tarea para pocos, pero en realidad es la misión de toda la Iglesia, decía San Juan Pablo II (cfr. S. Juan Pablo II, Enc. Sollicitudo rei socialis, 42). «Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres» (EG, 187).
La fe, la esperanza y el amor necesariamente nos empujan hacia esta preferencia por los más necesitados,[1] que va más allá de la pura necesaria asistencia (cfr. EG, 198). Implica de hecho el caminar juntos, el dejarse evangelizar por ellos, que conocen bien al Cristo sufriente, el dejarse “contagiar” por su experiencia de la salvación, de su sabiduría y de su creatividad (cfr. ibid.). Compartir con los pobres significa enriquecerse mutuamente. Y, si hay estructuras sociales enfermas que les impiden soñar por el futuro, tenemos que trabajar juntos para sanarlas, para cambiarlas (cfr. ibid., 195). Y a esto conduce el amor de Cristo, que nos ha amado hasta el extremo (cfr. Jn 13, 1) y llega hasta los confines, a los márgenes, a las fronteras existenciales. Llevar las periferias al centro significa centrar nuestra  vida en Cristo, que «se ha hecho pobre» por nosotros, para enriquecernos «por medio de su pobreza» (2 Cor 8, 9).[2]
Todos estamos preocupados por las consecuencias sociales de la pandemia. Todos. Muchos quieren volver a la normalidad y retomar las actividades económicas. Cierto, pero esta “normalidad” no debería comprender las injusticias sociales y la degradación del ambiente. La pandemia es una crisis y de una crisis no se sale iguales: o salimos mejores o salimos peores. Nosotros debemos salir mejores, para mejorar las injusticias sociales y la degradación ambiental. Hoy tenemos una ocasión para construir algo diferente. Por ejemplo, podemos hacer crecer una economía de desarrollo integral de los pobres y no de asistencialismo. Con esto no quiero condenar la asistencia, las obras de asistencia son importantes. Pensemos en el voluntariado, que es una de las estructuras más bellas que tiene la Iglesia italiana. Pero tenemos que ir más allá y resolver los problemas que nos impulsan a hacer asistencia. Una economía que no recurra a remedios que en realidad envenenan la sociedad, como los rendimientos disociados de la creación de puestos de trabajo dignos (cfr. EG, 204). Este tipo de beneficios está disociado por la economía real, la que debería dar beneficio a la gente común (cfr. Enc. Laudato si’ [LS], 109), y además resulta a veces indiferente a los daños infligidos a la casa común. La opción preferencial por los pobres, esta exigencia ético-social que proviene del amor de Dios (cfr. LS, 158), nos da el impulso a pensar y a diseñar una economía donde las personas, y sobre todo los más pobres, estén en el centro. Y nos anima también a proyectar la cura del virus privilegiando a aquellos que más lo necesitan. ¡Sería triste si en la vacuna para el Covid-19 se diera la prioridad a los ricos! Sería triste si esta vacuna se convirtiera en propiedad de esta o aquella nación y no sea universal y para todos. Y qué escándalo sería si toda la asistencia económica que estamos viendo —la mayor parte con dinero público— se concentrase en rescatar industrias que no contribuyen a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común o al cuidado de la creación (ibid.). Hay criterios para elegir cuáles serán las industrias para ayudar: las que contribuyen a la inclusión de los excluidos, a la promoción de los últimos, al bien común y al cuidado de la creación. Cuatro criterios.

Si el virus tuviera nuevamente que intensificarse en un mundo injusto para los pobres y los más vulnerables, tenemos que cambiar este mundo. Con el ejemplo de Jesús, el médico del amor divino integral, es decir de la sanación física, social y espiritual (cfr. Jn 5, 6-9) —como era la sanación que hacía Jesús—, tenemos que actuar ahora, para sanar las epidemias provocadas por pequeños virus invisibles, y para sanar esas provocadas por las grandes y visibles injusticias sociales. Propongo que esto se haga a partir del amor de Dios, poniendo las periferias en el centro y a los últimos en primer lugar. No olvidar ese parámetro sobre el cual seremos juzgados, Mateo, capítulo 25. Pongámoslo en práctica en este repunte de la epidemia. Y a  partir de este amor concreto, anclado en la esperanza y fundado en la fe, un mundo más sano será posible. De lo contrario, saldremos peor de esta crisis. Que el Señor nos ayude, nos dé la fuerza para salir mejores, respondiendo a la necesidad del mundo de hoy.

martes, 18 de agosto de 2020

María Asunta


María está presente, no la busques,
un silencio de paz es su presencia;
no pretendas vanamente una palabra
ni quieras que en el aire se aparezca.

Con fe sencilla abre el Evangelio
y más de lo que dice no pretendas,
la verás en su casa y en la fuente,
la pobre de Israel, en pobre aldea.

Es hija de Abraham como creyente,
y en el Anuncio, sierva se confiesa;
por gracia va a ser Madre de la vida,
si es Madre de Jesús es Madre nuestra.

Ya nace la Mujer del Verbo esposa
Maternidad divina que nos lleva;
el Hijo es sangre amante y redentora
y donde el Hijo está, está con ella.

Quisiera una caricia de mi Madre,
con un destello que mis ojos vieran,
mas bástame la fe y el Evangelio,
que quiero ser consiervo de su escuela.

Te necesito, Madre Asunta en Pascua,
que oigas que te digo ¡Madre buena!,
pues con solo decirlo dulcemente
mi corazón de gozo y paz se llena. Amén.

Autor: Fr. Rufino Maria Grandez de Hermosas Palabras

lunes, 17 de agosto de 2020

Lamentaciones 3:22-23 3:31-33

22. El amor del Señor no tiene fin,
Ni se han agotado sus bondades.
23. Cada mañana se renueva;
Que grande es su fidelidad!
...
31. El Señor no ha de abandonarnos para siempre.
32.  Aunque hace sufrir tambièn se compadece,
porque su amor es inmenso.
33.  Realmente no le agrada afligir
ni causar dolor a los hombres.

jueves, 13 de agosto de 2020

Santo Espiritu

Santo Espíritu

Consolador

Enseñame

Como hablar con Dios

Para que mi alma

Con amor

Pueda contemplar

La beatitud

De su

Divinidad

Amen.


Nota: Oración de mi autoría para otro blog traducida por mi. 

domingo, 9 de agosto de 2020

Oraciones al Espíritu Santo





Hace años en mis treintas asistí a una vigilia de jóvenes con el Santisimo expuesto.  Para esa ocasión además de cantar, se nos pidió que esctibieramos una oración para el Espíritu Santo.  Yo escribí tres.  Hoy me las encontré en un libro donde habîa puesto la hoja donde las escribí.  La primera a continuación es la que escogieron para que leyera.  Las siguientes dos solo las rezé yo el día que las compuse.


Dios Espíritu Santo, Tú que
Mueves el alma de la Iglesia
Acerca las almas de los católicos
Que no profezan su fé, a Jesús, para
Que así como un dîa Te recibieron
En el bautismo, puedan nuevamente
Formar parte del Sagrado Sacramento
De la Comunión.

Dios Espíritu Santo te pedimos
Que abras nuestros ojos a las
Injusticias de este mundo y
Nos motives a crear un
Mundo más justo empezando
En el seno de nuestras familias.

Dios Espíritu Santo que así como
Le mostraste a Ezequiel
El santuario de Dios
Muevas nuestras almas
A respetar nuestro cuerpo como
Templo y sagrario para Tí y así
Recibir dignamente
El Cuerpo de Cristo
En la Sagrada Comunión.