miércoles, 12 de marzo de 2014

Arrepientete y Cree en el Evangelio

 
"Arrepiéntete y cree en el Evangelio," fueron las palabras pronunciadas por la ministro de Eucaristía que prosiguió a colocar una cruz de ceniza en mi frente.  Yo escuché y baje mi frente.  Sonreí.  ¿Por qué?  Me di cuenta que se me daba una oportunidad para regresar al Padre Eterno,y si es que mis pasos se habian desviado, a retomar de nuevo el camino con Jesús.  Lo bueno de no ser perfecto, es que siempre hay lugar para corregir.  Como decia el sacerdote visitante este domingo, somos como plantas que necesitan podarse para que puedan crecer y dar fruto nuevamente.  La Cuaresma hasta hace poco, o casi siempre, la veo con un poco de miedo, porque me invita a verme en el espejo, a ver esa imagen en un espejo limpio, a limpiar el espejo y quitarme los egos, a reconocer mis fallas, a practicar la humildad. Y aunque puede llegar a ser doloroso si vemos que nos hemos alejado del camino de Jesús, el mismo Jesús sale a nuestro encuentro y nos recuerda que nos ama, que si aceptamos la gracia de su cruz, esos pequeños o grandes defectos se borran ante su amoroso corazón.   Claro que hay que podar, quitarnos toda esa pesadumbre que nos aleja del Padre, dejar que el Espiritu Santo actue y vivir, a conciencia, la Cuaresma con Jesús.  Si a falta de tiempo o por problemas de salud no podemos ofrecer algún sacrificio de ayuno para acompañar a Jesús, podemos siempre hacer pequeños sacrificios de vida, como practicar la paciencia, o sonreir al que esta triste, hacer aquel "quehacer" o labor que no nos gusta y ofrecerlo todo a Dios.  Dar amor, alegría, apoyo, y si somos nosotros los que estamos tristes, ofrecerle esa tristeza al Señor.  Es también este tiempo cuaresmal ideal para acercarnos más a Dios por medio de la oración, rezar el rosario por ejemplo.  Y agregar nuestras oraciones personales, entablar una comunicación con Dios, y más que nada establecer una relación con nuestro Padre Celestial, con Jesús y con el Espiritu Santo.  Leía en una ocasión, que podemos hasta litigar con El, mostrarle nuestros porques, nuestro sentir, pero sobre todo, escuchar, dejar que hable a nuestros corazones, y si nos da por llorar, llorar, que El se encargará de secar nuestras lágrimas.  Y confiar, siempre confiar que no obstante nuestras culpas, su misericordia y su perdón siempre están esperando nuestro arrepentimiento.  La pasión de nuestro Señor Jesucristo es eso, muestra del amor que con pasión sufrió por nosotros, para que nuestros pecados no nos tengan cautivos en la culpa y lleguemos a ser verdaderamente libres por la fe en su sacrificio de amor.