lunes, 18 de septiembre de 2023

Mi primer misa tridentina

 




El domingo asistí a una misa por el descanso del alma de mi abuelito.  No fue en mi actual parroquia, sino en otra iglesia.  En ésta iglesia realizan la misa tridentina ó tradicional, a la que yo asistí fue en español, no en latín.  Fue muy emotivo ver la Ostia Consagrada sobre el Padre a la hora de la Eucaristía, no sabía como lo hiba a hacer, pues es mi primer misa tradicional.  Pero fue aún más emotivo ir a comulgar.  Me formé en la fila y al llegar al altar, me inqué en el reclinatorio que está alrededor del altar.  Fue muy rápido, pero cuando regresé a mi banca estaba llorando.  Pues acababa de recibir a Jesús Sacramentado y es tan solo la segunda vez en mi vida que me incó ante El antes de recibirlo en la comunión.  Me emocioné mucho.  

lunes, 11 de septiembre de 2023

Caída, Reconciliación, Banquete

Este sabado he ido al confesionario.  Afuera se lee traducido del inglés:  Cuarto de Reconciliación.  Y me quedé pensando como confesarce no es otra cosa que hacer las paces con Dios.  Es decir que al caer en el pecado y ofender a Dios nos alejamos de su amistad.  Osea que al recuperar la gracia por la absolución de nuestros pecados volvemos a ser amigos de Dios.  Y mi amigo me dió un muy buen consejo: "amar la Eucaristía".  Ese banquete celestial que es recibir a Jesús en la Ostia Consagrada.  Y pensé que la próxima vez que me venga una tentación pensaré en que podré dejar de recibir a mi Jesús y perder su amistad y resistiré como toda una guerrera.  





Y así, amiga de Dios otra vez, asistí a la misa dominical.  Y se llegó la hora de la Eucaristía, es decir, la Comunión.  Con lágrimas en los ojos y con una gran alegría me acerqué a recibir a mi Jesús.  Al regresar a mi banca, me hinqué e hice la señal de la cruz, y ahí en silencio dejé que Jesús hablará a mi corazón.  Sentía una gran emoción y lo alabé por unos momentos.  Entre silencios y el coro cantando "eres más fuerte de lo que tu crees".  Tal vez debí de faltar a misa, pecar, y tardar en confesarme para apreciar la Eucaristía con más amor.  Tal vez tuve que sentir esa nostalgia por no estar en comunión con Dios para volver a sentir esa emoción y esa paz que solo Jesús me puede dar, esa fuerza para seguir adelante a pesar de todo, mirarme con lupa y disponerme a cambiar con la ayuda de la gracia de Dios, con la fuerza de su amistad y con la fé en la Eucaristía, que es Jesús mismo bajado del cielo para mi. En adoración, con pocas palabras y con una emoción que hizo que el tiempo tornará en un segundo recibí a mi Jesús, me hinqué, cerré mis ojos, y cuando terminé de adorarlo y abrí mis ojos el banquete de la Eucaristía había terminado.  Y es que para Dios el tiempo no existe.  Y me lo hizo probar éste domingo.  Alabado sea Dios.