domingo, 20 de abril de 2025

Una Vida Solitaria - Don Bruno Ferrero

Hijo de una madre joven, nació en un pueblo oscuro. Creció en otro pueblo, donde trabajó como carpintero hasta los treinta. Luego, durante tres años, recorrió su tierra predicando. Nunca escribió un libro. Nunca consiguió un cargo público. Nunca tuvo una familia ni un hogar. No fue a la universidad. No se alejó más de trescientos kilómetros de donde nació. No hizo ninguna de las cosas que se asocian con el éxito. No tenía más credenciales que él mismo.) Tenía solo treinta y tres años cuando la opinión pública se volvió en su contra. Sus amigos huyeron. Fue vendido a sus enemigos y sufrió un juicio que era una farsa. Fue clavado en una cruz, en medio de dos ladrones. Mientras moría, sus verdugos jugaban a los dados con sus vestidos, que eran la única propiedad que tenía en la tierra. Cuando murió fue puesto en un sepulcro puesto a disposición por un amigo movido a piedad. Dos días después, el sepulcro estaba vacío. Han pasado veinte siglos y hoy él es la figura central en la historia de la humanidad. Ni siquiera los ejércitos que marcharon, las flotas que zarparon, los parlamentos que se reunieron, los reyes que reinaron, los pensadores y los científicos juntos cambiaron la vida del hombre en la tierra tanto como esta única vida solitaria. En la época de la propaganda antireligiosa, en Rusia, un comisario del pueblo había presentado brillantemente las razones del éxito definitivo de la ciencia. Se celebraba el primer viaje espacial. Era el momento de gloria del primer cosmonauta, Gagarin. Al regresar a la tierra, había afirmado que había tenido una buena búsqueda en el cielo: Dios no lo había visto. El comisario sacó la conclusión proclamando la derrota definitiva de la religión. El salón estaba lleno de gente. La reunión había terminado. "¿Hay alguna pregunta? Desde el fondo de la sala un anciano que había seguido el discurso con mucha atención dijo sutilmente: "Christòs ànesti", "Cristo ha resucitado". Su vecino repitió, un poco más fuerte: "Christòs ànesti". Otro se levantó y lo gritó; luego otro y otro. Finalmente todos se levantaron gritando: "Christòs ánesti", "Cristo ha resucitado". El comisionado se retiró confundido y derrotado. Más allá de todas las doctrinas y de todas las discusiones, hay un hecho. Para su descripción bastará siempre un sello: "Christòs ànesti". Todo el cristianismo está condensado en él. Un hecho: no se puede hacer nada contra él. Los filósofos pueden desinteresarse del hecho. Pero no existen otras palabras capaces de dar impulso a la humanidad: "Jesús ha resucitado". - Bruno Ferrero -

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