Hace años me preguntaba que regalos recibe Jesús en Navidad, siendo este su cumpleaños. Me he conmovido y he decidido regalarle un corazón que El pueda moldear, un corazón que se parezca más al suyo. El domingo pasado el sacerdote nos propusó obsequiarle a Jesús buenas obras. Una buena obra por día, como yo lo diría: un ramillete de buenas obras. Así no llegaremos con las manos vacías frente al niño Jesús. Podemos ofrecerle tantas cosas. Hoy me propusieron renovar mi espiritualidad. Y si confieso, ya lo tenía pensado. En este tiempo de espera prepararnos para tecibir a Jesús entregandole además lo que es únicamente nuestro: nuestras debilidades, nuestros miedos, nuestra miseria. Confesemonos y dejemos que Jesús, con su gracia, trabaje en nosotros y todo eso que nos aleja de Él, lo convierta en virtudes. Recuperemos la fe, la esperanza, solos nada podemos, pero con Jesús todo es posible, pues para Dios nada es imposible. Y digamosle como lo dijo Ernestina de Champourcin en su poema acerca de Zaqueo: "Para que te quedarás yo misma me fui yendo, puedes entrar, no hay nada." Si, renovemos nuestro espíritu y nuestro corazón y llenemoslo del único que puede sanarlo y cambiarlo: Jesús: Nuestra Esperanza.
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