jueves, 17 de noviembre de 2016

UNIFORMIDAD A LA VOLUNTAD DE DIOS - RESUMEN


Resumen con extractos de Uniformidad a la Voluntad de Dios de San Alfonso Maria de Ligorio, no recuerdo bien como lo resumí.

Traducido de mi resumen de mi blog en italiano, no me quedé con la página de donde lo saqué.
                               
Toda nuestra perfección consiste en amar a nuestro amabilísimo Dios (Col 3:14).  Pero toda la perfección del amor a Dios consiste en unir nuestra voluntad a la suya.
….
Narra Cesario (Libro 10, c. 6) que cierto religioso, aunque no fuese a tal punto diferente de los otros en el exterior, sin embargo llegaba a tal santidad, que solo con el tacto de su vestido curaba a los enfermos.  Su Superior maravillado de esto le dice un día, como era que hacia tales milagros, sin hacer una vida más ejemplar que los otros.   Este responde que también él se maravillaba y que no sabía el porqué. ¿Pero qué devoción practica? Replicó el Abate.  Responde el buen Religioso que nada o poco hacía, sino que siempre había procurado de querer solo lo que Dios quería y que el Señor le había dado esta gracia, de tener abandonada su voluntad totalmente en aquella de Dios.  La prosperidad dice, no me calma, ni la adversidad me derriba porque yo pongo todo en las manos de Dios, y a este fin tienden todas mis oraciones, es decir, que su voluntad se cumpla perfectamente en mí.  ¿Y de aquel daño (replicó el Superior) que el otro día hizo nuestro enemigo de quitarnos nuestra sustentación poniendo fuego al cortijo donde estaba nuestra paja, nuestro ganado, tú no tienes ningún resentimiento?  No Padre mío, él responde; por el contrario le doy gracias a Dios como suelo hacerlo en accidentes similares, sabiendo que Dios todo lo hace o permite por gloria suya, y por nuestro mayor bien, y con eso vivo contento con cada cosa que me pasa.  Entendió con esto el Abate, y viendo en aquella alma tanta uniformidad a la voluntad divina, no siguió más maravillado, que hiciese grandes milagros.
….
Si quieres entonces alma devota agradar a Dios y vivir en esta tierra una vida contenta, únete siempre y en todo a la divina voluntad.  Piensa que todos los pecados de tu vida desconcertada y amarga que has hecho te han sucedido porque te has apartado de la voluntad de Dios.  Abrázate de hoy en adelante con el divino beneplácito y di siempre en todo, Pater, quoniam sic fuit placitum ante te. (Mateo 11:16).  Así Señor sea hecho, porque así te ha parecido a Ti  Cuando te sientas turbada de algún advenimiento adverso, piensa que aquello viene de Dios, y ahora di, así quiere Dios, y ponte en paz.  Obmutui, et non aperui os meum, quoniam tu fecisti. (Salmo 38).  Señor, ya que Tú lo has hecho no digo nada, y lo acepto.  Para este intento se necesita, que endereces todos tus pensamientos y tus oraciones, los procures y le reces siempre a Dios, en la meditación, en la comunión, en la visita al Santísimo Sacramento, que te haga cumplir su voluntad.  Y tú, ofrécete siempre diciendo: Dios mío, aquí me tienes, haz de todas las cosas mías lo que tú quieras.  Este era el ejercicio continuo de Santa Teresa, por lo menos cincuenta veces al día la santa se ofrecía al Señor, así que hiciese lo dispuesto de ella, como El lo hubiera querido.
Pero veamos alrededor de la practica en que cosas debemos uniformarnos a la voluntad de Dios.

1.       Debemos uniformarnos en las cosas naturales, aquellas que nos pasan en lo externo, como cuando hace mucho calor, mucho frio, lluvia, carencias, pestilencia y similares.
2.       Debemos uniformarnos en las cosas que pasan dentro de nosotros, como en el sufrir hambre, sed, pobreza, desolación, deshonor.  En todo debemos decir siempre:  Señor has y deshaz Tú, yo estoy contento: quiero solo lo que Tú quieres.
3.       Si tenemos algún defecto natural, de alma o cuerpo, mala memoria, ingenio tardío, poca habilidad, un miembro tullido, salud débil, no nos lamentemos… Agradezcámosle también de eso, que por su bondad nos ha dado y contentémonos de como nos ha hecho.
4.       Necesitamos, especialmente cuando debemos resignarnos en la enfermedad corporal, y necesitamos que abracemos de buena gana, de aquel modo, y por aquel tiempo que quiera Dios… Señor, digamos ahora, yo no quiero curarme, ni estar enfermo, deseo solo lo que tu desees… Únete ahora a los dolores con aquellos de Jesucristo…pero si deseamos buscar la curación, pidámosla por lo menos con resignación y con condición, si la curación del cuerpo es conveniente a la salud del alma: de lo contrario tal oración será defectuosa, no será escuchada, porque el Señor, no escucha esa clase de oraciones no resignadas.

Cuando un alma va a la oración, no puede arrancar de ella mayor provecho, que unirse a la voluntad divina, así resígnate y di: Señor yo acepto esta pena de tus manos, la acepto porque te agrada, si quieres que yo sea así afligido por toda la eternidad, estoy contento.  Y así aquella oración aunque penosa, te dará una lluvia de cada más dulce consolación…Cuando Dios manda obscuridad y desolación prueba a sus verdaderos amigos.
Debemos procurar esquivar las tentaciones, mas si quiere Dios, o permite, que seamos tentados en contra de la fe, contra la pureza, ó contra otra virtud, no debemos lamentarnos, pero también en eso resignarnos a la divina voluntad.  A San Pablo que rezaba por ser liberado de la tentación de la impuridad, responde el Señor: sufficit tibi gratia mea.  Y así también nosotros, si vemos, que Dios no nos escucha en eximirnos de aquella tentación molesta, digamos: Señor, haz Tú y permite lo que desees, me basta tu gracia, pero asísteme para que no la pierda nunca.  No la tentación, pero el consentimiento a la tentación, nos hace perder la gracia divina.  Las tentaciones cuando las alejamos, nos mantienen más humildes, nos adquieren más meritos, nos hacen recurrir más seguido a Dios, y así nos conservan más lejos de ofenderlo y nos unen más a su santo amor.
….
Finalmente necesitamos, que nos unamos a la voluntad de Dios hasta el punto de nuestra propia muerte, y por el tiempo, y en aquel modo, que Dios la mandara.  Digo de más, quien poco desea el Paraíso, da signo de poco amor a Dios.  Quien ama, desea la presencia del ser amado; pero no podemos ver a Dios, si no dejamos la tierra; y por eso todos los santos han suspirado por la muerte, por andar a ver a su amado Señor.
Por último, también en el grado de gracia, y de gloria, necesitamos que nos uniformamos a la divina voluntad: debemos estimar las cosas de la gloria de Dios, pero más su voluntad: debemos desear amarlo más que los Serafines, pero no debemos desear otro grado de amor, si no es aquel, que el Señor ha deseado darnos… Y si Dios no quiere elevarnos a un grado sublime de perfección, y de gloria, conformémonos en todo a su santo deseo, rezándole para que nos salve por lo menos por su misericordia.  Y haciendo así, no será poca la merced, que por su bondad, nos dará nuestro buen Señor, el cual ama sobre todo las almas resignadas.
En suma, debemos todas las cosas, que nos pasan, o nos han de pasar, como procedentes de la divina mano. Y todas nuestras acciones debemos enderezarlas a este fin, de hacer la voluntad de Dios, y hacerlo solo porque Dios lo desea.  Y por andar en ello más seguros, necesitamos depender de la guía de nuestro Superior en cuanto a lo externo; y de los Directores en cuanto a lo interno, por entender de ellos lo que Dios quiere de nosotros, teniendo gran fe en las palabras de Jesucristo, que nos ha dicho, Qui vos audit, me audit. (Lucas 10:16). Y sobretodo busquemos servir a Dios por aquella vía, por la cual quiere Dios ser servido por nosotros.

Haciendo su voluntad, ciertamente nos haremos santos en cada estado donde el Señor nos pone. Deseemos entonces solo aquello que Dios desea, que haciendo así, el nos apretará a su corazón; y por tal fin familiaricémonos con algunos pasajes de la escritura, que nos invitan a unirnos siempre a la divina voluntad.  Domine, quid me vis facere? Dios mío, dime, ¿qué quieres de mí? Que yo todo quiero hacerlo.  Tuus sum ego, salvum me fac. (Salmo 18:94). Yo no soy más mío, soy vuestro, o Señor mío, haz de mi lo que desees.  Cuando especialmente nos pasa una adversidad más pesante, muerte de parientes, perdida de bienes, o algo similar: Ita Pater (digamos siempre), ita Pater, quoniam sic fuit placitum ante te. (Mateo 11:.26). Si Dios mío y Padre mío, así sea hecho, porque así te agrada.  Sobretodo amemos la oración enseñada a nosotros por Jesucristo, Fiat voluntas tua sicut in caelo, et in terra.   Dice el Señor a Santa Catalina de Genova, que siempre que dijera el Pater Noster (Padrenuestro), particularmente se fijara en estas palabras, rezando, que su santa voluntad se cumpliera en ella, con la misma perfección, como hacen los santos en el cielo.  Hagamos así nosotros y nos haremos ciertamente santos.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario