Resumen con extractos de Uniformidad a la Voluntad de Dios de San Alfonso Maria de Ligorio, no recuerdo bien como lo resumí.
Traducido
de mi resumen de mi blog en italiano, no me quedé con la página de donde lo
saqué.
Toda
nuestra perfección consiste en amar a nuestro amabilísimo Dios (Col 3:14). Pero toda la perfección del amor a Dios
consiste en unir nuestra voluntad a la suya.
….
Narra
Cesario (Libro 10, c. 6) que cierto religioso, aunque no fuese a tal punto
diferente de los otros en el exterior, sin embargo llegaba a tal santidad, que
solo con el tacto de su vestido curaba a los enfermos. Su Superior maravillado de esto le dice un
día, como era que hacia tales milagros, sin hacer una vida más ejemplar que los
otros. Este responde que también él se
maravillaba y que no sabía el porqué. ¿Pero qué devoción practica? Replicó el
Abate. Responde el buen Religioso que
nada o poco hacía, sino que siempre había procurado de querer solo lo que Dios
quería y que el Señor le había dado esta gracia, de tener abandonada su
voluntad totalmente en aquella de Dios.
La prosperidad dice, no me calma, ni la adversidad me derriba porque yo
pongo todo en las manos de Dios, y a este fin tienden todas mis oraciones, es
decir, que su voluntad se cumpla perfectamente en mí. ¿Y de aquel daño (replicó el Superior) que el
otro día hizo nuestro enemigo de quitarnos nuestra sustentación poniendo fuego
al cortijo donde estaba nuestra paja, nuestro ganado, tú no tienes ningún
resentimiento? No Padre mío, él
responde; por el contrario le doy gracias a Dios como suelo hacerlo en
accidentes similares, sabiendo que Dios todo lo hace o permite por gloria suya,
y por nuestro mayor bien, y con eso vivo contento con cada cosa que me pasa. Entendió con esto el Abate, y viendo en
aquella alma tanta uniformidad a la voluntad divina, no siguió más maravillado,
que hiciese grandes milagros.
….
Si quieres
entonces alma devota agradar a Dios y vivir en esta tierra una vida contenta,
únete siempre y en todo a la divina voluntad.
Piensa que todos los pecados de tu vida desconcertada y amarga que has
hecho te han sucedido porque te has apartado de la voluntad de Dios. Abrázate de hoy en adelante con el divino
beneplácito y di siempre en todo, Pater, quoniam sic fuit placitum ante
te. (Mateo 11:16). Así Señor sea hecho,
porque así te ha parecido a Ti Cuando te
sientas turbada de algún advenimiento adverso, piensa que aquello viene de
Dios, y ahora di, así quiere Dios, y ponte en paz. Obmutui, et non aperui os meum, quoniam tu fecisti.
(Salmo 38). Señor, ya que Tú lo has
hecho no digo nada, y lo acepto. Para
este intento se necesita, que endereces todos tus pensamientos y tus oraciones,
los procures y le reces siempre a Dios, en la meditación, en la comunión, en la
visita al Santísimo Sacramento, que te haga cumplir su voluntad. Y tú, ofrécete siempre diciendo: Dios mío,
aquí me tienes, haz de todas las cosas mías lo que tú quieras. Este era el ejercicio continuo de Santa
Teresa, por lo menos cincuenta veces al día la santa se ofrecía al Señor, así
que hiciese lo dispuesto de ella, como El lo hubiera querido.
…
Pero veamos
alrededor de la practica en que cosas debemos uniformarnos a la voluntad de
Dios.
1. Debemos uniformarnos en las cosas
naturales, aquellas que nos pasan en lo externo, como cuando hace mucho calor,
mucho frio, lluvia, carencias, pestilencia y similares.
2. Debemos uniformarnos en las cosas
que pasan dentro de nosotros, como en el sufrir hambre, sed, pobreza, desolación,
deshonor. En todo debemos decir siempre:
Señor has y deshaz Tú, yo estoy
contento: quiero solo lo que Tú quieres.
3. Si tenemos algún defecto natural, de
alma o cuerpo, mala memoria, ingenio tardío, poca habilidad, un miembro
tullido, salud débil, no nos lamentemos… Agradezcámosle también de eso, que por
su bondad nos ha dado y contentémonos de como nos ha hecho.
4. Necesitamos, especialmente cuando
debemos resignarnos en la enfermedad corporal, y necesitamos que abracemos de
buena gana, de aquel modo, y por aquel tiempo que quiera Dios… Señor, digamos
ahora, yo no quiero curarme, ni estar enfermo, deseo solo lo que tu desees… Únete
ahora a los dolores con aquellos de Jesucristo…pero si deseamos buscar la curación,
pidámosla por lo menos con resignación y con condición, si la curación del
cuerpo es conveniente a la salud del alma: de lo contrario tal oración será defectuosa,
no será escuchada, porque el Señor, no escucha esa clase de oraciones no
resignadas.
Cuando un alma va a la oración, no puede arrancar de ella mayor
provecho, que unirse a la voluntad divina, así resígnate y di: Señor yo acepto
esta pena de tus manos, la acepto porque te agrada, si quieres que yo sea así
afligido por toda la eternidad, estoy contento.
Y así aquella oración aunque penosa, te dará una lluvia de cada más
dulce consolación…Cuando Dios manda obscuridad y desolación prueba a sus
verdaderos amigos.
…
Debemos procurar esquivar las tentaciones, mas si quiere Dios, o
permite, que seamos tentados en contra de la fe, contra la pureza, ó contra
otra virtud, no debemos lamentarnos, pero también en eso resignarnos a la divina
voluntad. A San Pablo que rezaba por ser
liberado de la tentación de la impuridad, responde el Señor: sufficit tibi gratia mea. Y así también nosotros, si vemos, que Dios no
nos escucha en eximirnos de aquella tentación molesta, digamos: Señor, haz Tú y
permite lo que desees, me basta tu gracia, pero asísteme para que no la pierda
nunca. No la tentación, pero el
consentimiento a la tentación, nos hace perder la gracia divina. Las tentaciones cuando las alejamos, nos
mantienen más humildes, nos adquieren más meritos, nos hacen recurrir más
seguido a Dios, y así nos conservan más lejos de ofenderlo y nos unen más a su
santo amor.
….
Finalmente necesitamos, que nos unamos a la voluntad de Dios hasta el punto
de nuestra propia muerte, y por el tiempo, y en aquel modo, que Dios la mandara. Digo de más, quien poco desea el Paraíso, da
signo de poco amor a Dios. Quien ama, desea
la presencia del ser amado; pero no podemos ver a Dios, si no dejamos la
tierra; y por eso todos los santos han suspirado por la muerte, por andar a ver
a su amado Señor.
…
Por último, también en el grado de gracia, y de gloria, necesitamos que
nos uniformamos a la divina voluntad: debemos estimar las cosas de la gloria de
Dios, pero más su voluntad: debemos desear amarlo más que los Serafines, pero
no debemos desear otro grado de amor, si no es aquel, que el Señor ha deseado
darnos… Y si Dios no quiere elevarnos a un grado sublime de perfección, y de
gloria, conformémonos en todo a su santo deseo, rezándole para que nos salve por
lo menos por su misericordia. Y haciendo
así, no será poca la merced, que por su bondad, nos dará nuestro buen Señor, el
cual ama sobre todo las almas resignadas.
…
En suma, debemos todas las cosas, que nos pasan, o nos han de pasar,
como procedentes de la divina mano. Y todas nuestras acciones debemos
enderezarlas a este fin, de hacer la voluntad de Dios, y hacerlo solo porque
Dios lo desea. Y por andar en ello más
seguros, necesitamos depender de la guía de nuestro Superior en cuanto a lo
externo; y de los Directores en cuanto a lo interno, por entender de ellos lo
que Dios quiere de nosotros, teniendo gran fe en las palabras de Jesucristo,
que nos ha dicho, Qui vos audit, me audit. (Lucas 10:16). Y sobretodo
busquemos servir a Dios por aquella vía, por la cual quiere Dios ser servido
por nosotros.
…
Haciendo su voluntad, ciertamente nos haremos
santos en cada estado donde el Señor nos pone. Deseemos entonces solo aquello
que Dios desea, que haciendo así, el nos apretará a su corazón; y por tal fin familiaricémonos
con algunos pasajes de la escritura, que nos invitan a unirnos siempre a la
divina voluntad. Domine, quid me vis
facere? Dios mío, dime, ¿qué quieres de mí? Que yo todo quiero
hacerlo. Tuus sum ego, salvum me fac. (Salmo
18:94). Yo no soy más mío, soy vuestro, o Señor mío, haz de mi lo que
desees. Cuando especialmente nos pasa
una adversidad más pesante, muerte de parientes, perdida de bienes, o algo
similar: Ita Pater (digamos siempre), ita Pater, quoniam sic fuit placitum ante
te. (Mateo 11:.26). Si Dios mío y Padre mío, así sea hecho, porque así
te agrada. Sobretodo amemos la oración enseñada
a nosotros por Jesucristo, Fiat voluntas tua sicut in caelo, et in terra. Dice el Señor a Santa Catalina de Genova, que
siempre que dijera el Pater Noster (Padrenuestro), particularmente se fijara en
estas palabras, rezando, que su santa voluntad se cumpliera en ella, con la
misma perfección, como hacen los santos en el cielo. Hagamos así nosotros y nos haremos
ciertamente santos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario