«Dios mío, Trinidad que
adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti,
inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda
turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me
lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella
tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo
en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en
adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora» (Beata Isabel de la
Trinidad, Oración)
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