Señor, haz ayunar nuestro corazón: que sepa renunciar a todo lo que la aleja de tu amor, Señor, y que se una a ti más exclusivamente y más sinceramente.
Haz ayunar nuestro orgullo, todas nuestras pretensiones, nuestras reivindicaciones, haciéndonos más humildes e infundiendo en nosotros, como única ambición, la de servirte.
Haz ayunar nuestras pasiones, nuestro hambre de placer, nuestra sed de riqueza, la posesión codiciosa y la acción violenta; que nuestro único deseo sea complacerte en todo.
Haz ayunar a nuestro "yo", demasiado centrado en sí mismo, egoísta endurecido, que quiere sacar solo su ventaja: que sepa olvidarse, esconderse, entregarse.
Haz ayunar nuestra lengua, a menudo demasiado agitada, demasiado rápida en sus réplicas, severa en los juicios, ofensiva o despectiva: haz que exprese solo estima y bondad.
Que el ayuno del alma, con todos nuestros esfuerzos para mejorarnos, pueda elevarse hacia Ti como ofrenda grata, mereciéndonos una alegría más pura, más profunda.
Amén
(Padre Jean Galot