viernes, 5 de septiembre de 2014

Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo

- Tradución propia del texto en Italiano que encontré de San Cipriano:

  
“Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, no tanto porque haga Dios lo que El quiere, pero porque podamos hacer aquello que Dios quiere.  ¿En verdad, quién es capaz de impedir a Dios de hacer algo que El quiere? Somos nosotros quienes no hacemos lo que Dios quiere, porque en contra de nosotros se alza el diablo para impedirnos orientar nuestro corazón y nuestras acciones según la voluntad divina.  Por esto rezamos y pedimos que se haga en nosotros la voluntad de Dios. Y para que ésta se haga en nosotros necesitamos de la voluntad de Dios, su fuerza y protección, porque ninguno es fuerte por su propia fuerza, sino por la benevolencia y la misericordia de Dios.  Finalmente también el Señor mostrando que también en El estaba la debilidad propia del ser humano, dice ‘Padre mío, si es posible, aparta de mí este cáliz.” (Mt 26, 39).  Y ofreciendo el ejemplo a sus discípulos para que no hagan su propia voluntad sino la del Padre, agrega: “Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”
  La voluntad de Dios entonces es aquella que Cristo ha seguido y ha enseñado. Es humildad en la conversación, firmeza en la fe, discreción en el hablar, en la acción justicia, en el obrar misericordia, en las costumbres severidad.  La voluntad de Dios es no hacerte el necio y tolerar el necio, mantener la paz con los hermanos, amar a Dios con todo el corazón, amarlo en cuanto es Padre, temerlo en cuanto es Dios, nada absolutamente antepone a Cristo, porque tampoco El ha preferido otra cosa a nosotros.  La voluntad de Dios es estar inseparablemente unido a su amor, permanecer al lado de su cruz con valor y fuerza, darle firme testimonio cuando está en discusión su honor y su nombre, mostrar seguridad de la buena causa cuando nos batimos por El, aceptar con ánimo la muerte cuando venga a llevarnos al premio.
  Esto significa  querer ser coherederos de Cristo, esto es hacer el mandamiento de Dios, esto es cumplir la voluntad del Padre.”






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