Siempre que
te sientas culpable, porque has cometido deliberadamente un pecado, un pecado
grave, algo que has hecho muchas, muchas veces, nunca dejes que el diablo te
engañe, ni que te desanime. Siempre que
te sientas culpable, ofrece toda tu culpa a la Inmaculada, sin analizarlo o
examinarlo, como algo que le pertenece a ella.
Que cada caída,
aunque sea grave y sea pecado habitual, siempre sea para nosotros un pequeño
paso hacia un mayor grado de perfección.
De hecho,
la única razón por la que la Inmaculada nos permite caer es para curarnos de
nuestra vanidad, de nuestro orgullo, para que seamos humildes y así hacernos dóciles
a las gracias divinas.
El Diablo
en cambio, intenta inyectar en nosotros el desanimo y la depresión interior en
estas circunstancias, que de hecho, no es más que nuestro orgullo que sale a la
superficie otra vez.
Si supiéramos
la profundidad de nuestra pobreza, no nos sorprenderían en absoluto nuestras caídas,
sino que más bien sorprendidos, agradeceríamos a Dios después de pecar, por no
permitirnos caer más profundamente y con mayor frecuencia.
- Carta de
San Maximiliano Kolbe
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