Esta semana Jesús nos pide de amar a Dios con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas. El sacerdote nos dijo algo que me puso a pensar; "Dios es amor". Lo sabemos, pero luego nos dijo si Dios es amor y Dios es eterno, entonces el amor es eterno. Nos dice que el amor no es tan solo un sentimiento, pues los sentimientos cambian y pueden terminar, pero en cambio si hacemos de este amor una decisión, entonces no termina. Y esa decisión de amar, es esntregarse a esa persona, donarse a si mismo. Y nos dice Jesús que el mandamiento más importante es amar: a Dios y a nuestro prójimo. Es decir donarnos a Dios y a nuestros semejantes. Y nos contó una historia. Es la siguiente: Había un monasterio donde los monjes se amaban unos a otros, eran bondadosos y no habia diferencias entre ellos, su fama hizo que muchas personas visitaran el monasterio. Pero, un día los monjes empezaron a sentir envidia unos de otros y la gente dejo de visitarlos. El Abate preocupado por sus monjes, fue a visitar a un hombre sabio que vivía en las montañas. El hombre sabio le dijo que les dijera una sola cosa, una sola vez: "El Mesias está entre nosotros. Asi que el Abate regresó al monasterio y les dijo: "El Mesias está entre nosotros". Los monjes se miraban unos a otros y se preguntaban quien de ellos sería el Mesias, ¿Sería con el que me peleé ayer? se preguntaban. Así que desde ese día no hubo más envidias ni peleas, pues todos miraban a Jesús, el Mesias, en sus semejante. Igual nosotros debemos de mirar a Jesús en nuestros semejantes que es ahí donde quiere ser amado. Recuerdo a Santa Teresita de Jesús, que tenía una monja que le molestaba, pero siempre la recibía con una sonrisa. "Es Jesús que se esconde en ella", decía.
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