viernes, 7 de marzo de 2025

Lejos con el viento - don Bruno Ferrero

 


En el césped de un jardín público, con el tibio sol de la primavera, en medio de la tierna hierba, habían brotado las hojas dentadas y robustas de los dientes de león. 

Uno de ellos exhibió una magnífica flor amarilla, inocente, dorada y serena como un atardecer de mayo. 

Después de un tiempo, la flor se convirtió en una "cabeza de ducha": una esfera ligera, bordada por las coronillas de plumas unidas a las semillas que estaban apretadas en el centro de la cabeza de ducha.

Y cuántas conjeturas hacían las pequeñas semillas. Cuántos sueños hacía la brisa al atardecer, cuando los primeros tímidos grillos entonaban su serenata.

"¿Dónde vamos a germinar?".

"¿Quién sabe?" Sí.

"Solo el viento lo sabe".

Una mañana, la ducha fue agarrada por los dedos invisibles y fuertes del viento. 

Las semillas partieron atadas a su pequeño paracaídas y volaron lejos, agarradas por la corriente de aire.

"Adiós... adiós", se saludaban las pequeñas semillas.

Mientras la mayoría aterrizaba en la buena tierra de los huertos y prados, uno, el más pequeño de todos, hizo un vuelo muy corto y terminó en una grieta del cemento de una acera. 

Había una pizca de polvo depositada por el viento y la lluvia, tan mezquinos en comparación con la buena tierra grasa del prado.

"¡Pero es toda mía!" se dijo la semilla. 

Sin pensarlo dos veces, se acurrucó bien y comenzó a trabajar de raíz.

Delante de la grieta en el cemento había un banco inclinado y garabateado. Precisamente sobre ese banco se sentaba a menudo un joven. Era un joven con cara atormentada y mirada inquieta.

Las nubes negras pesaban sobre su corazón y sus manos estaban siempre apretadas en puño.

Cuando vio dos hojas dentadas verde tierna que se abrían camino en el cemento. Rió amargamente: "¡No lo lograrás! ¡Eres como yo!" , y las pisó con un pie.

Pero al día siguiente vio que las hojas se habían levantado y se habían convertido en cuatro.    A partir de ese momento no pudo apartar los ojos de la obstinada y valiente  plantita.    Después de unos días, la flor apareció, amarillo brillante, como un grito de felicidad.

Por primera vez en mucho tiempo, el afligido joven sintió que el resentimiento y la amargura que pesaban sobre su corazón comenzaban a derretirse. 

Levantó la cabeza y respiró profundamente. Dio un gran puñetazo en el respaldo del banco y gritó: "¡Por supuesto! Podemos hacerlo!".

Tenía ganas de llorar y de reír. Tocó con los dedos la pequeña cabeza amarilla de la flor.

Las plantas sienten el amor y la bondad de los seres humanos. Para el pequeño y valiente Diente de León la caricia del joven fue lo más hermoso de la vida.

No le preguntes al Viento por qué te ha traído aquí.

Aunque estés ahogado por el cemento, trabaja de raíces y vive.


Tú eres el mensaje.



- Bruno Ferrero -

De: "Solo il Vento lo Sa", di Bruno Ferrero, Ed. Elledici.

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