Los difuntos no están en el cementerio, el lugar de los "restos mortales", sino que continúan su existencia en la plenitud de Dios, este es el significado de "Descansarán de sus fatigas".
El descanso al que alude el autor no indica la cesación de las actividades, sino la condición divina, como el Creador que "hizo la obra que había hecho y descansó el séptimo día" (Gn 2,2).
Con la muerte el individuo descansa de las obras realizadas en su existencia terrena, pero es llamado a colaborar en la acción creadora de Dios comunicando vida a los hombres: "Quien ha entrado en su descanso, descansa también de sus obras, como Dios de las suyas" (Hb 4,10).
La muerte no conduce a un descanso eterno en el sentido de una ociosidad divina para toda la eternidad, sino a la colaboración activa y vivificante con la acción del Creador.
En esta acción creadora el amor que el difunto tenía hacia sus seres queridos no se debilita, sino que se enriquece con la misma potencia de amor del Padre. La muerte no relaja las relaciones humanas sino que las potencia.
Lo único que el hombre lleva consigo a la nueva dimensión de vida son las obras realizadas en su existencia terrenal. Las obras con las cuales el hombre ha transmitido vida a los demás, son su riqueza, lo que han hecho la vida eterna ya en esta existencia, desencadenando en el individuo un proceso de transformación que no es detenido por la muerte, sino potenciado.
Padre Alberto Maggi
(Montefano, 2 de noviembre de 2012)

