Esta es la verdadera historia de una niña de ocho años que sabía que el amor puede hacer maravillas. Su hermano pequeño estaba destinado a morir de un tumor cerebral. Sus padres eran pobres, pero hicieron todo lo posible para salvarlo, gastando todos sus ahorros.
Una noche, el papá le dijo a la mamá llorando: "No podemos más, querida. Creo que se acabó. Solo un milagro podría salvarlo".
La pequeña, con la respiración suspendida, en un rincón de la habitación había oído.
Corrió a su habitación, rompió la alcancía y, sin hacer ruido, se dirigió a la farmacia más cercana. Esperó pacientemente su turno. Se acercó al mostrador, se puso de pie sobre la punta de los pies y, delante del farmacéutico maravillado, dejó todas las monedas en el banco.
"¿Para qué es? ¿Qué quieres, pequeña?".
"Es para mi hermano pequeño, señor farmacéutico. está muy enfermo y yo he venido a comprar un milagro".
"¿Qué dices?" murmuró el farmacéutico.
"Se llama Andrea, y tiene algo que crece dentro de su cabeza, y papá le dijo a mamá que se acabó, no hay nada más que hacer y que necesitaría un milagro para salvarlo. Verá, yo quiero mucho a mi hermano pequeño, por eso tomé todo mi dinero y vine a comprar un milagro".
El farmacéutico sonrió con tristeza.
"Nena, aquí no vendemos milagros".
"Pero si este dinero no es suficiente, puedo esforzarme para encontrar más. ¿Cuánto cuesta un milagro?".
Había en la farmacia un hombre alto y elegante, de aspecto muy serio, que parecía interesado en la extraña conversación.
El farmacéutico extendió los brazos mortificado. La niña, con las lágrimas en los ojos, comenzó a recuperar sus monedas. El hombre se acercó a ella.
"¿Por qué lloras, nena? ¿Qué te pasa?".
"El señor farmacéutico no quiere venderme un milagro ni decirme cuánto cuesta.... Es para mi hermano pequeño Andrea que está muy enfermo. Mamá dice que haría falta una operación, pero papá dice que es demasiado caro y no podemos pagar y que se necesitaría un milagro para salvarlo. Por eso traje todo lo que tengo".
"¿Cuánto dinero tienes?".
"Un dólar y once centavos.... Pero, ya sabes...." Añadió con un hilo de voz, "puedo encontrar algo más....".
El hombre sonrió "Mira, no creo que sea necesario. ¡Un dólar y once centavos es exactamente el precio de un milagro para tu hermano pequeño!". Con una mano recogió la pequeña suma y con la otra tomó dulcemente la manita de la niña.
"Llévame a tu casa, cariño. Quiero ver a tu hermano pequeño y también a tu papá y a tu mamá y ver con ellos si podemos encontrar el pequeño milagro que necesitan".
El señor alto y elegante y la niña salieron tomados de la mano.
Ese hombre era el profesor Carlton Armstrong, uno de los mejores neurocirujanos del mundo. Operó al pequeño Andrea, que pudo volver a casa unas semanas después completamente curado.
"Esta operación" murmuró mamá "es un verdadero milagro. Me pregunto cuánto costó...".
La hermanita sonrió sin decir nada. Ella sabía cuánto había costado el milagro: un dólar y once centavos... más, por supuesto, el amor y la fe de una niña.
Si tuvieras al menos una alianza tan pequeña como un grano de mostaza, podrías decirle a esta montaña: "Muévete de aquí para allá y la montaña se moverá". Nada será imposible para vosotros (Mateo 17,20).
- Don Bruno Ferrero, del Libro C'è ancora qualcuno che danza - edizioni Elledici